AÑO 1808 • Nota # 3

AÑO 1808Para el Reino Unido, las pretensiones de la infanta Carlota significaban un buen pretexto para intentar imponer la hegemonía de su comercio en el Río de la Plata y ocupar bases para defenderse de las amenazas napoleónicas.
El grupo de Rodríguez Peña se había dirigido a la infanta Carlota suplicándole que enviara a su primo Pedro Carlos a Buenos Aires. Aducían que América no era vasalla de España sino de la corona de Castilla, que la autoridad de la Junta de Sevilla sobre América era ilegítima porque un reino no tenía la potestad de someter a otro y porque el rey en cuyo nombre la junta ejercía su poder no le había confiado delegación alguna de su mando. Según ellos, Buenos Aires necesitaba un miembro de la familia real para evitar el caos y los abusos de las autoridades existentes y para otorgar legitimidad a su defensa frente a las fuerzas napoleónicas en el caso de que toda España sucumbiera a ellas. Manuel Belgrano le escribió a Souza Coutinho, al regente Joao y al infante Pedro Carlos para que no se demorara un instante la venida de este último, ya que existían riesgos de una guerra fratricida. Según Belgrano, si las autoridades de Buenos Aires no habían aceptado la propuesta carlotista era porque no habían consultado los intereses de la felicidad pública.
Mientras tanto, el gabinete británico estaba preocupado por los propósitos de Napoleón en la América española, su continua propaganda y la preparación de una escuadra cuyo destino era el Río de la Plata. El comercio británico (tanto el importante como el marginal, cual era el caso del intercambio con el Río de la Plata) debía ser protegido y por este motivo el secretario de Guerra Castlereagh envió a Buenos Aires a James F. Burke, un agente secreto, para divulgar el objetivo británico de neutralizar el imperialismo napoleónico que amenazaba la independencia de los estados europeos y de sus posesiones de ultramar. Según el discurso británico, España y sus colonias debían plegarse a este esfuerzo. Burke se vinculó al grupo de patriotas y jóvenes que apoyaba el proyecto carlotista, como también a los miembros del Gobierno y su círculo.
No estaba clara, sin embargo, la política del gobierno británico frente al proyecto de la infanta. El jefe de la escuadra inglesa, el almirante Sydney Smith, creía tener total libertad para operar en el Río de la Plata, y basaba esta interpretación en las órdenes que Burke había traído de Londres. Sydney Smith comunicó esto al regente de Portugal, como también su apoyo al proyecto carlotista, que neutralizaba las ideas democráticas que se estaban divulgando en Buenos Aires y a las que él se oponía fuertemente. El almirante tenía su flota preparada para llevar a la princesa a Montevideo y sus agentes ya estaban preparando el ambiente para su presencia. La estrategia de Sydney Smith estaba alimentada por noticias que tenía de Buenos Aires y que a su turno retransmitía al regente alentándolo respecto de las perspectivas que a través de caminos alternativos se abrían para la corona portuguesa, y para mejor tener el poder entre sus manos en Buenos Aires.
Lord Strangford, en cambio, se oponía fuertemente al proyecto, arguyendo que el regente se había comprometido a no innovar sin el visto bueno de Gran Bretaña. Strangford informó a Canning de lo que se tramaba y éste declaró que no había sido consultado, que no había prometido su colaboración y que se reservaba el derecho tanto de participar en el proyecto, de desalentarlo e incluso boicotearlo, según la conveniencia de Su Majestad Británica. Mas aún, considerando la alianza incipiente entre Gran Bretaña y España, aclaró que no apoyaría ningún proyecto que fuera hostil a la paz y la independencia de los dominios españoles de la América Meridional.
Mientras tanto, la infanta y el almirante conseguían que Rodríguez Peña hiciera aún más propaganda entre sus amigos en Buenos Aires, procurando la creación de un partido para sostener a aquella.
Por su parte, el regente Joao comenzó a alarmarse por la trascendencia que había adquirido el proyecto de su mujer, con el apoyo de la escuadra británica y el liderazgo de su almirante. La infanta le había comunicado su intención de trasladarse a Buenos Aires con el infante don Miguel y las princesas en el buque de Sydney Smith. Simultáneamente llegó Contucci a Río de Janeiro con las cartas y documentos de Belgrano y una lista importante de personas influyentes de Buenos Aires con quienes podía contar, entre los que se incluían Juan José Castelli, Mariano Moreno, Cornelio Saavedra, los hermanos Rodríguez Peña, el Dean Gregorio Funes, Hipólito Vieytes, Antonio Luis Berutti, Alfredo Argerich, Juan Martín y Juan Andrés de Pueyrredon, etc. Don Joao no estaba en contra del plan en sí mismo, pero antes de ponerlo en práctica quería estar seguro de contar con el aval británico. En este punto fue Lord Strangford quien disuadió de seguir adelante, diciendo que el gobierno británico tenía más reparos que otra cosa respecto del proyecto y que en el Río de la Plata habría una furibunda reacción popular frente a la invasión de diez mil portugueses secundados por la flotilla británica. Informado Londres, la actitud de Stragford fue aprobada y el almirante Sydney Smith fue reemplazado por el almirante De Courcy.
A su vez, Sydney Smith fue invitado por Liniers a viajar a Buenos Aires para llegar a un acuerdo sobre su defensa, en consonancia con la alianza entre Gran Bretaña y las juntas españolas. Es así como se concertó en diciembre de 1808 un armisticio por el cual el Reino Unido dejó de ser considerado un enemigo en el Río de la Plata. Los comerciantes británicos se beneficiaron con rebajas de los derechos de aduana, y se consintieron las transacciones clandestinas hasta que se conviniera con Cádiz un tratado permanente.
A pesar del paulatino alejamiento del respaldo británico a los planes de Carlota en el Río de la Plata, la enemistad declarada entre el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío y el entonces virrey del Río de la Plata, Santiago de Liniers, al que el primero se negaba a recocer como autoridad legítima, constituía una oportunidad abierta para los planes de la infanta. Carlota llegó a escribir a ambos instándolos a reparar la división que ente ellos se había creado. Incluso escribió a las autoridades de España proponiendo su ida a Montevideo para solucionar las dificultades entre Liniers y Elío. Finalmente, se extinguió de manera momentánea la tormenta entre Buenos Aires y Montevideo y Carlota perdió una importante excusa para concretar sus planes de intervención en el Río de la Plata. Su proyecto perdió ímpetu, aunque el grupo de porteños que respaldaban su regencia en el Río de la Plata, particularmente Belgrano, continuaran en contacto con Carlota insistiendo en su candidatura. Pero Carlota deseaba una corona que no tuviera condicionamientos. ©

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