Legendario fantasma de Córdoba.
Nuestra provincia de Córdoba es muy rica en leyendas y una de las más difundidas es la que habla de un fantasma que aparecía por La Cañada cuando el Calicanto era un paredón siniestro, construido en 1671, que después se lo llevó el progreso.
En el centro de la ciudad se desarrolla La Cañada, un arroyo que baja desde las Sierras Chicas, y que fue encausado por medio de un canal, hasta volcar sus aguas definitivamente en el Río Primero, también llamado Río Suquía.
“El lugar elegido por la Pelada para sus apariciones era el Vado de La Cañada, en las proximidades de las actuales calles Duarte Quirós y Bv. San Juan; allí salía al encuentro de los trasnochados con un extraño llanto de niña y su manto negro cubriéndole la cara. Al acercarse al desprevenido transeúnte, los espantaba descubriendo el manto y mostrando su calavera” (extraído del libro Sobre Mitos Leyendas y Personajes de Córdoba, de Sergio O. Avedano).
La Cañada era el reino de esta insignificante aparición.
Los vigilantes que solo se aventuraban a rondar a caballo y yendo por lo menos de a pares, siempre tenían alguna excusa para no pasar por La Cañada.
Las mujeres que iban a misa del alba, para no tropezarse con La Pelada daban un largo rodeo y asimismo iban, como quien dice, con el “Jesús en la boca”.
Los vigilantes, que solo se aventuraban a rondar a caballo y yendo por lo menos de a pares, siempre tenían alguna excusa para no pasar por la Cañada, con lo que tácitamente eludían el mal encuentro y atendían con más regularidad el servicio en otros parajes, ya que por los dominios de La Pelada no había bravo fresco o borracho que se aventurase.
Los sábados se completaban partidas de 10 ó 12 muchachos de pelo en pecho para dar con La Pelada. Llegaban y se dispersaban y el programa se difería para mejor ocasión. Los pocos vecinos que tenían sus ranchos en la costa de La Cañada se encerraban “a piedra y lodo”, apenas las campanas de Santo Domingo tocaban como acostumbraban hacerlo a las 8 de la mañana.
¿Cómo desapareció de la Cañada? Nunca se ha sabido, pero lo cierto es que durante cinco o seis años La Pelada fue zozobra de cuantas personas tenían que ir y volver de noche por la Cañada.
Según Azor Grimaut, en su libro “Duendes de Córdoba”, La Pelada apareció el 1 de enero de 1926 bajo dos imágenes distintas. Si bien ambas frecuentaban el antiguo cauce de La Cañada, desde el Pueblo Nuevo (hoy parte de Güemes) hasta la calle 27 de abril, los relatos de la gente que se refería a La Pelada permitieron identificarla. Uno de ellos la describió como un bulto de baja estatura, vestida de luto, con un manto que cubría su cabeza y ocultaba su rostro. Se aparecía por las noches en el Calicanto; menudita y con aspecto joven, surgía imprevistamente y acompañaba al transeúnte en su trayecto.
El fantasma lloraba mientras seguía el paso del caminante, y si éste intentaba mirar su cara o acercarse para conocerla, La Pelada desaparecía sin dejar rastros.
Cuenta Grimaut que si estaba cerca de algunos de los faroles que iluminaban el cruce de San Juan y Belgrano, esta extraña aparición se quitaba el velo y ponía al descubierto su rostro cadavérico y cabeza rasurada, característica esta última que le dio su nombre. Solo se aparecía ante hombres solos, sobre todo trasnochadores o calaveras, jugadores y gente de mala vida. Cuando los veía llegar, cantaba un enigmático estribillo: “Quico, llámalo a Perico. Caco, llámalo a don Marcos.”
Esta versión dice que el fantasma era triste, pues lloraba y se quejaba continuamente, tanto que muchas mujeres le dieron la calificación de alma en pena.
La otra versión indica que solía alejarse de la Cañada y confundirse entre las ancianas que se dirigían hacia la misa de la Compañía de Jesús, donde las asustaba y luego les robaba los rosarios y libros de oraciones, y luego huía velozmente.
También hay quien ha señalado que no era exactamente pelada sino que llevaba el pelo muy corto, algo muy extraño en las mujeres de la época.
Cierta vez, cuatro muchachos del barrio El Abrojal la siguieron hasta atraparla y descubrieron que era un peluquero del barrio, pero éste dijo a la Policía que no era la auténtica Pelada, sino sólo un bromista ocasional.
Dicen que La Pelada desapareció tras unos años; con respecto a tan repentina despedida, la gente solía fantasear que se debía a la mejora del alumbrado o a las oraciones que le dedicaban para que pudiera salir del purgatorio y dejar de andar penando.¤