El cordobés Carlos Bernhard descubrió el arte de volar a los 14 años, cuando visitó el aeroclub del pueblo cordobés donde vivía. A partir de ese momento, el muchacho siempre estaba en el aeroclub, haciendo amigos y esperando que alguien lo invite a volar. A los 17 años ya tenía su licencia de piloto. Su amor por los aviones se convirtió en profesión, con un paso por la Fuerza Aérea Argentina, y experiencia en compañías aéreas argentinas antes de llegar a los Estados unidos. Esta es la historia de un inmigrante argentino distinto.
Tiene un apellido alemán…
Mi abuelo era de la Suiza alemana. Fue a la Argentina a fines del Siglo XIX para trabajar en los ferrocarriles. La otra rama de mi familia es vasca, de Bilbao. Mi padre consiguió trabajo en el Banco de la Provincia de Córdoba, y en el sur de esa provincia nací. Hice el colegio en distintos lugares de Córdoba, porque mi padre por razones laborales siempre se trasladaba. A los catorce, fui a un aeroclub por primera vez y me encantó. Ser miembro de un aeroclub en la Argentina de esos años no era caro, ya que estaban subsidiados por el Estado. Terminé el bachillerato y conseguí mi primera licencia de piloto en el mismo año. Tenía diecisiete años. Luego me anoté en la Fuerza Aérea Argentina, más precisamente en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. Estuve ahí desde 1952 hasta 1956. Pude ver la revolución de 1955 desde adentro, ya que todo comenzó en esa escuela.
¿Qué pasó en 1955?
Había un busto de Perón en un pedestal afuera de la Escuela. Vinieron con un jeep y unas sogas y lo derrumbaron. En el pedestal vacío pusieron una bandera argentina y un crucifijo. Fue la señal de que había comenzado la revolución y venía en serio. Alguien sacó una foto, que fue publicada en la portada de la revista LIFE como el emblema de la revolución.
¿Cuál fue su experiencia en la Fuerza Aérea Argentina?
Cuando terminé el entrenamiento, durante dos años pude volar los jets en Morón. Los Gloster Meteor, los primeros jets británicos. Luego estuve dos años en una base de Mendoza. Estando en Mendoza me ofrecieron trabajo en una pequeña aerolínea privada. Ahí pedí la baja de la Fuerza Aérea. Fui bastante criticado en ese momento porque el Estado había invertido mucho en mí, y era como que yo me vendía. Pero yo siempre tuve como objetivo volar en las líneas aéreas y no seguir la carrera militar.
¿Cómo fue trabajar como piloto en la Argentina de esos años?
Empecé con Líneas Aéreas de Cuyo. Solo tenían dos aviones y dos tripulaciones. Tuvieron problemas y se fundieron poco después, dejándome sin trabajo. Por suerte apareció otra aerolínea, Trans American Air Transports. Llevaban caballos de carrera y de polo a los Estados Unidos. Hice tres vuelos con ellos, todos a Miami. A esta altura ya pensaba en emigrar a los Estados Unidos. Me daba cuenta de que en Argentina no había mucho futuro para un piloto, y los niveles de vida eran bajos. Tenía el caso de mi padre, que luego de años como gerente de un banco le costó mucho comprarse un auto.
¿Cómo hizo para venirse a los Estados Unidos?
Bueno, por suerte mis viajes a Miami me abrieron un poco las puertas. En esos años era más fácil inmigrar que ahora. Además, yo tenía una novia aquí y unos primos en El Paso, Texas. Me vine apenas me salió la residencia.
¿Y de que trabajó al principio?
Empecé en El Paso trabajando en distintas tiendas. No hablaba mucho inglés, pero por suerte la mayoría de los clientes eran mejicanos. Primero trabajé de cajero en un 7 Eleven, después en una tienda de ropa. No había renunciado a mi sueño de volar. En mis tiempos libres iba a los aeroclubes, buscando una oportunidad de volar profesionalmente.
¿Y pudo volar?
Todavía no. Estando en El Paso me ofrecieron un puesto de assistant manager en una tienda de Calexico con el doble de sueldo. Ahí me trasladé, viviendo solo por primera vez. En el aeroclub de Calexico pude sacar mi licencia de piloto comercial, y finalmente decidí largar todo y trabajar de instructor de vuelo y taxi aéreo. Muchos en ese momento pensaban que estaba loco, pero muy poco después estaba volando cien horas por mes. Los americanos querían ir a pescar a Baja, los mejicanos querían ir a Las Vegas… Todos me contrataban porque era bilingüe. Hasta que en 1966 apareció un aviso de United Airlines buscando pilotos.
Luego te tanta independencia… ¿realmente quería trabajar para una aerolínea?
Mi sueño desde un principio fue trabajar para una aerolínea grande. Siempre podía volar un avión chico en mi tiempo libre. Entonces me puse en contacto con United. El proceso de aplicación fue riguroso, con muchos exámenes. Finalmente me dijeron que había entrado, y que me presente a un curso de entrenamiento. Así que en 1966, seis años después de llegar a los Estados Unidos, empecé a volar para United.
¿Cómo es la vida de un piloto de aerolínea?
Es el mejor trabajo del mundo, y paga bastante bien. Uno antes de empezar el mes ya puede anotar los días que va a trabajar, y a dónde va a ir. Entonces con suerte puede tener varios días libres seguidos. Normalmente te dan ochenta horas de vuelo por mes. El Federal Aviation Agency permite un máximo de cien horas por mes, pero por las dudas las aerolíneas no se acercan al límite. Así que los pilotos normalmente tienen mucho tiempo libre, aunque casi siempre es lejos de casa. De eso se quejan algunos… hay pilotos que esperan aburridos el vuelo de regreso en el lobby del hotel que provee la aerolínea, pero yo muchas veces aprovechaba para conocer los lugares a donde volaba.
¿Se puede tener una vida familiar en esas condiciones?
Bueno, yo estuve casado veinte años, y tuve tres hijos. Los tres pudieron graduarse y uno siguió mis pasos y es piloto. Finalmente, me jubilé en 1995 y ahora solo vuelo por placer. Soy miembro de un aeroclub.
Me imagino que tiene una opinión de cómo se vuela hoy…
Estoy desilusionado… En dos cosas la aviación hizo mucho progreso: la calidad y confiabilidad de los motores y el apoyo tecnológico que tienen los pilotos para despegar y aterrizar. Pero seguimos volando a la misma velocidad y altura que en los años 50.
¿Por qué no se vuela más rápido y con aviones más cómodos?
Bueno, recordemos el Concorde. Dos países invirtieron fondos públicos en eso. Y aunque lo supersónico finalmente no anduvo comercialmente, era sin duda un progreso. En general, toda mejora en aviación a veces requiere de enormes inversiones, y nuestro sector privado no siempre parece dispuesto a hacerlos.
En todos esos años volando… ¿alguna vez vio un plato volador?
Esa pregunta me la hacen siempre… ¡No, no vi nada! Ni platos, ni ningún otro tipo de ovni.¤