Un viaje al pasado del transporte urbano
Pesadilla de los choferes que debían cortarlos sin apartar la vista del tráfico y de barrenderos que intentaban derrotar al viento en su intento por recolectarlos en los tachos de basura, el boleto de colectivo era el comprobante de pago de los usuarios de ese medio de transporte en todo el país durante buena parte del Siglo 20.
Se dice que fue la línea 31 (hoy la 60) la primera en instalar las boleteras allá por el año 1932, aunque el intento no duró mucho y sucumbió poco después por las protestas de los choferes.
Fue finalmente en 1943 cuando la porteña línea 25 lideró el camino para que las boleteras se hagan el medio oficial para el expendio de pasajes en los colectivos.
Los boletos eran finas tiras de papel, por lo general a dos colores y en llamativos diseños, que el chofer debía cortar, además de recibir el pago y devolver el cambio, todo mientras manejaba y, en horas pico, le pedía a los pasajeros que den “un pasito para atrás” para dejar espacio a quienes intentaban subir.
Este sistema, por décadas una de las principales causas del elevadísimo nivel de estrés entre los choferes y accidentes en la vía pública, continuó usándose hasta que en 1994 se hizo obligatorio que todas las unidades de colectivos contaran con máquinas expendedoras de boletos, y años después el sistema se modernizara con el actual sistema de tarjetas Sube. ¤