Legado del genio creativo de Eduardo Bergara Leumann
En nuestro Perdidos en el tiempo de hoy se mezclan dos facetas de una misma cosa. Por un lado, La Botica del Ángel fue y es un peculiar museo del kitsch porteño, ubicado en el barrio de Montserrat.
Por el otro, un programa que intentó trasladar las icónicas veladas culturales del museo a las pantallas de la televisión argentina.
Al hablar de la Botica, necesariamente hay que comenzar con el genio creativo de su ángel, el “gordo” Eduardo Bergara Leumann, a quien mencionamos en este número de El Suplemento por haber abierto las puertas de su botica a un entonces desconocido debutante Leonardo Favio.
Bergara Leumann era un verdadero artista polifacético, actor, artista plástico, vestuarista, y, sobre todo, conductor de impredecibles veladas artísticas. Su aspecto estrafalario, con sus sombreros negros y coloridos trajes, nunca pasaron desapercibidos. Pero eso era nomás la fachada de un hombre que fue pionero del café-concert argentino, y que creó una forma de hacer arte, fundada en la improvisación y la experimentación constante.
El edificio de la Botica original se encontraba en la calle Lima al 600, aunque debido a los trabajos de ampliación de la avenida 9 de Julio, debió mudarse luego a su actual ubicación en Luis Sáenz Peña 541. Allí se daban cita cantantes, actrices y actores, pintores y poetas y todo delirante que andaba dando vueltas por ahí.
Ya en los años 80, Bergara Leumann condujo La botica del tango, un programa que durante años alcanzó una gran audiencia, y que convocó no solo a grandes tangueros, sino a muchos íconos de la cultura local, como los escritores Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
“Quise armar una sastrería teatral modelo, porque soñaba con vestir, dar color, armonía, engarzar, mejorar y adornar lo de adentro de cada personaje con un buen traje. Fue en la calle Lima 670; allí estaba aquella primera Botica del Ángel, que la Avenida 9 de Julio se llevó en nombre del progreso. Pero como eran buenos los cimientos, fue posible que volaran los ángeles y volara el talento de quienes pasaron por ella y encontraron su camino de estrellas; y yo aterricé en esta Iglesia angelical con todos mis recuerdos. Al verlos luego de 47 años de trabajo decidí que sería oportuno convertirlo en un museo vivo y divertido. Siempre supe que sólo uno se lleva lo que deja a los demás y solo muere lo que no se recuerda. Así, el 5 de mayo de 1997 recuperé la Botica con mis ángeles. Para que en ella siga el tango, el folklore y de todo, como en Botica. Porque todo Ángel que practica va a parar a la Botica, y no hay ángel que por bien no venga”.
Eduardo Bergara Leumann ¤