Historia: 8ª. Nota de la Independencia. Somos Independientes. ¿Y ahora qué?

Historia: 8ª. Nota de la Independencia. Somos Independientes. ¿Y ahora qué?

Luego de declarar la independencia el 9 de julio de 1816, al Congreso de Tucumán le quedaba pendiente su segundo objetivo: dictar una constitución que sentara las bases para la Nación naciente de las Provincias Unidas del Sud y la forma de gobierno que regiría a estas.

El Congreso siguió en sus sesiones unos meses más en Tucumán antes de trasladarse a Buenos Aires. Pero en su seno había un germen de discordia que transpiraba por todas partes. Los diputados de Buenos Aires, que eran la mayoría, y además eran seguidos por la mayoría de los diputados del interior, dominaban el Congreso. La única oposición que tenían eran los diputados de Córdoba que procuraban inútilmente contrastar la supremacía e influencia de la capital.
No nos olvidemos que los gobernadores y funcionarios de las provincias eran elegidos por la metrópolis y era obvio que los diputados de estas provincias respondieran a los designios de Buenos Aires. Por otra parte, los diputados de Córdoba eran mirados con desconfianza, ya que también habían participado del Congreso de Oriente, un congreso federal. El de Tucumán era netamente unitario. En este congreso se miraba con desconfianza a Artigas y a Güemes; éste último se había proclamado hacía pocos meses gobernador de la Provincia de Salta apoyado por el gauchaje y el pueblo, derrocando a las autoridades oficiales nombradas por Buenos Aires y derrotando al Ejército del Norte comandado por Rondeau.
Sin embargo, no hay que creer que los principios federales que representaban los diputados cordobeses carecían de partidarios en las otras provincias representadas en el Congreso de Tucumán; aunque estos no estaban entre los oradores, su influencia se hacía sentir en sus pagos por la vía de los hechos. Tal fue el caso del teniente coronel Juan Francisco Borges, quien se reveló en su provincia, Santiago del Estero, contra el poder central, deponiendo al teniente gobernador designado por la capital y alineándose en la idea federal, pero su rebelión fue sofocada en treinta días por las tropas de Buenos Aires.
La Buenos Aires unitaria quería regir los destinos de las Provincias Unidas del Sud. Su idea unitaria era seguir con el orden virreinal y la obediencia de las provincias a la metrópolis. La alta burguesía porteña se había apoderado por herencia y por vínculos sociales y familiares de las bases económicas del naciente país y consecuentemente de su dirección política. Buenos Aires quería seguir centralizando la riqueza y la cultura, no quería dejar de ser la cabeza del gobierno, todo lo cual fue quedando desde 1810 en manos de grupos reducidos. El porteñismo mental se manifestó en el Congreso de Tucumán luego de la declaración de la independencia, en la actitud de predominio cultural que los diputados intentaban imponer y en la dirección político económica que conviniera a sus intereses. El egoísmo de éstos es el eco del egoísmo que se manifestaba como autoprotección de la sociedad patricia dominante y sus sostenedores. Sus individuos se consideraban hombres providenciales, dueños de los destinos de las Provincias Unidas por derecho natural, sin pensar que con su actitud solo lograban ejercer un poder de conquista.
No es de extrañar que del seno de esta clase social surgiera la idea de imponer a las Provincias Unidas del Sud un régimen monárquico, aunque con el atenuante de que sea constitucional, imitando a Gran Bretaña.

Fundamentos contra el federalismo
Entre octubre de 1787 y agosto de 1788  aparece la obra “Federalista” en Norteamérica, publicada por el general Alexander Hamilton, con la ayuda de John Jay y James Madison, en la que se combate la idea de división de estados o federaciones separadas luego que se promulgara una constitución. La obra apareció primero en fascículos en el Independent Journal y en los papeles públicos de Nueva York, y después con el título de “El Federalista, o la nueva constitución” y los autores utilizando el seudónimo de Publius (en honor al cónsul Romano Publius Valerius Publicola) fue redactada en forma de libro. En ella se trata la debilidad que implica una federación que estableciera solo lazos de alianza, porque se sostenía que cada uno de los estados desunido del otro queda a merced del enemigo extranjero. Nadie podría detener entonces el espíritu de discordia. A esta idea suscribían San Martín y Belgrano, pero disentían Güemes y Artigas con sus aliados del litoral.
¿Llegó este texto a influir en las decisiones de los diputados del Congreso de Tucumán? Analicemos y pongámoslo en la perspectiva de nuestra historia. En el texto se hace ver los graves inconvenientes y males que resultan a aquellas provincias de adoptar la confederación.    En primer lugar, porque cada una de ellas desunidas y no ligadas por otro vínculo que no sea una alianza, sería poco respetada para tratar con las naciones extranjeras.
En segundo lugar, por su posición geográfica algunas provincias que limitan con territorios de dominación extranjera tienen más posibilidades de entrar en guerras y disputas, y obligadas a tenerlas no podrán contar con el auxilio de las otras, que al no ver próximo el mal, no querrían participar, o de hacerlo lo harían débilmente a sostener la campaña que abriese dicha provincia.
Tercero; por los celos y rivalidades y falta de concierto entre las provincias, las más favorecidas serían envidiadas por las menos agraciadas, se gritaría contra su preponderancia, se tomarían respectivamente providencias odiosas y represalias, y se produciría una guerra civil.
Cuarto; por la necesidad de que cada provincia tuviese un establecimiento militar, que sin duda lo arruinaría, porque desde que un pueblo lo tuviese por los peligros de su posición geográfica, los demás se verían obligados a tenerlo también, para que aquel no atentase contra su libertad.
Quinto; por la imposibilidad de hallar hombres expertos para todos los gobiernos soberanos de las provincias. Fácil es encontrar en todas ellas los necesarios para un consejo, y un consejo general, pero no para igualar cuerpos en cada una de ellas.
Sexto; la mayor cordura, acierto y conocimiento que se encontrarían en los llamados al gobierno general del estado, y el ensanche de las ideas y miras con que consideran el bien del estado, sin ser influidas por las preocupaciones e intereses provinciales.
En séptimo y último lugar, porque en un sistema de desunión habrá mas ocasiones de guerra.
Influidos quizás por este pensamiento, la mayoría de los diputados argumentaron que el federalismo propuesto por algunos patriotas excedía los límites de una federación que dejase en unión a todos los pueblos. La exaltación y color de sus ideas, los celos que se demostraban de unas provincias a otras, las rivalidades, las desconfianzas, los odios, y la envidia, para ellos demostraba que los federalistas de la América del Sud no se ceñirían a establecer un solo gobierno federal, sino que querrían desprender cada una de las provincias de las otras.
Los oradores del congreso sostenían que la guerra produce la devastación más extensa, porque no hay dique alguno que contenga sus furores, y los individuos serían el blanco de sus iras en sus vidas, en sus propiedades, en sus fortunas. “El saqueo y el desorden acompañan siempre a las incursiones de tropas indisciplinadas, y las empresas populares son siempre fecundas en insultos e injurias”.
Por último, para dejar sentado por qué querían un régimen monárquico, o en su defecto, un gobierno central, los diputados del congreso argumentaron, influidos por Belgrano, “que en los estados de la Europa el monarca hablando por el arte de una negociación, o lo halagüeño de una presa, alza de golpe el brazo que había levantado contra sus vecinos, pero en nuestros territorios, ¿quién sería capaz de detener el espíritu de furor y de la discordia? La aniquilación general de todos. Entonces sabremos que tenemos enemigos externos”.
Estos eran algunos argumentos que esgrimieron los diputados unitarios. Quedaría por analizar los argumentos en favor de conformar una federación, ya que citando al General Paz en sus memorias: “En todas las discordias civiles, difícil sería hallar la justicia exclusivamente en uno de los partidos; por lo común, ambos pasan los límites que marcan la equidad y la conveniencia pública”.

Textos consultados:
Breve historia de los argentinos, de Félix Luna
Memorias del general José María Paz.
El Federalista, o la nueva constitución, de Publius ¤

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