El feliz final de un muy largo recorrido PARTE UNO
Cuando hacia finales de abril la estatua “Gaucho Argentino”, de Teresa Farga de Coraminas, logró ser instalada en la entrada de la Alumni House de la Universidad de California, Santa Barbara, fue el feliz final de un muy largo recorrido, y prueba de que Santa Barbara es realmente, como dice su motto, “the home of the gauchos”. La historia de esta estatua desde su creación en Rosario en 1979 hasta su instalación en Santa Barbara este año está llena de errores y falencias, pero también de solidaridad, amor, y amistad. En exclusivo para el Suplemento, la verdadera historia de la estatua del gaucho.
Esta historia empieza en los años sesentas, cuando Ignacio Antonio Bermúdez llega a este país desde Rosario, Argentina. Los primeros años de Bermúdez aquí fueron similares a los de cualquier otro inmigrante argentino, trabajando en distintos rubros para sobrevivir en un ambiente hostil y totalmente nuevo. Las cosas empezaron a mejorar hacia fines de los sesentas, cuando Bermúdez entra en el negocio de importación y distribución de productos electrónicos desde el Japón, y eventualmente obtiene la representación de las populares marcas japonesas JVC y Panasonic. Recordemos que eran años propicios para la actividad, ya que el internet y las grandes cadenas no dominaban el mercado como lo hacen hoy y existían muchos clientes medianos y pequeños para una distribuidora como la que Bermúdez tenía.
Para mediados de los años setenta, Bermúdez era el dueño de un exitoso negocio llamado Gaucho's Electronics, ubicado estratégicamente cerca del downtown. ¿La dirección? 782 Valencia St., esquina de W. 8th St. Desde allí operaba como mayorista para muchos negocios locales, y tenía un salón de venta principalmente orientado hacia la comunidad argentina. Una vez que tuvo su negocio bajo control, Bermúdez empezó a dedicarle más tiempo a un rol que amaba: líder comunitario. Empezó a editar un periódico comunitario, La Nación de Los Angeles. Bermúdez era un socio importante de la Asociación Argentina de Los Angeles. En una ocasión estuvo detrás de la donación de un carro de bomberos para su ciudad, Rosario. Tenía planes de abrir un club nocturno para los argentinos, y de instalar una estatua en el espacio verde que había frente a su negocio.
Bermúdez no tardó mucho tiempo en decidir qué tipo de estatua quería: la de un gaucho. El objetivo era contribuir en algo a la revitalización de la zona. Y era su manera también de decirle “Muchas Gracias” a la comunidad que le había dado una oportunidad. El proyecto del gaucho aparentemente se origina en 1975, y contaba con la colaboración del Comité Hernandiano de Enrique Zayas, un pequeño grupo tradicionalista que poco antes había logrado darle el nombre de Martín Fierro a un callejón de La Crescenta. Estas cosas no se hacen de un día para otro, y luego de varios viajes a Rosario fue recién en 1979 que la conocida escultora rosarina Teresa Farga de Coraminas dio los toques finales a lo que sería una de las obras más importantes de su carrera. Una gran estatua llamada “Gaucho Argentino”. El destino de la estatua será el tema de la próxima entrega.
Agradecemos la colaboración de Braulio Bermúdez, hijo del “Gaucho”, en la producción de esta nota. A Braulio se lo puede ver parado en frente del edificio donde por años funcionó el negocio de su padre y que hoy todavía conserva la palabra “Gaucho” en sus muros. ¤