¿La Argentina perdió la oportunidad... o en realidad nunca la tuvo?

aHace pocos días, respecto a la situación del país, alguien comentó: “qué lástima que perdimos la oportunidad”, refiriéndose a estos últimos años, cuando después de la crisis del 2001 sopló viento de cola. Los economistas llaman así al período durante el cual los mercados y los astros se alinearon para que la Argentina tuviera un incremento favorable en su balanza comercial debido al aumento del precio internacional de las materias primas, especialmente de la soja.

La gran duda es saber si el país perdió una oportunidad o en realidad nunca la tuvo, porque esa bonanza se debió a factores puramente externos, no controlados por ninguno de los últimos gobiernos nacionales. No fue por algo que hicieron ellos, sino por algo que hicieron otros. Fue una especie de bonificación caída del cielo.

Muchos afirman que la última fue la década ganada, como suele pregonar en estos días el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, refiriéndose a la gestión de sus gobiernos y a la de su esposo Néstor. Otros, al contrario, aseguran que nada de eso es cierto, porque se dilapidaron recursos y oportunidades cuando el país creció a tasas chinas, y que no se puede hablar de década ganada cuando aumentó la población en las villas miserias, el empleo en negro y la inseguridad. Y algo más preocupante: se invirtieron los valores y el superávit de la balanza comercial se convirtió en déficit. Una situación que afecta la vida de cada uno de los argentinos por las consecuencias que acarreó: el cepo cambiario. Es decir, la imposibilidad de comprar libremente dólares o cualquier otra moneda extranjera.
Sin dudas, hubo una explosión del consumo interno en los últimos diez años. Es medible y objetivamente comprobable en algunos rubros específicos: automóviles, bienes de consumo y turismo. Y antes de que se instrumentara el cepo cambiario era visible, fundamentalmente, en la construcción y venta de viviendas y oficinas comerciales.
El gran problema es que cada acción provoca una reacción y lo que puede aparecer a primera vista como beneficioso termina siendo algo perjudicial.

Las extraordinarias cifras de ventas de autos Cero km aparecen como algo muy positivo. Pero si se profundiza en las causas, se podrá apreciar que los autos se venden como consecuencia de que la gente quiere resguardarse de la inflación y no puede invertir en inmuebles, debido a que no es posible comprar dólares en el mercado oficial porque los vendedores solo aceptan dólares y los compradores ofrecen pesos.

Como en este mundo todo está encadenado, al no poder adquirirse dólares legalmente se paralizó la venta de inmuebles y ya se percibe una recesión en la construcción.
Otro problema que acarreó esta fiesta de consumo de automóviles nuevos es que no se construyeron autopistas, ni se mejoraron rutas y caminos; de allí que se incrementaran notoriamente las muertes por accidentes automovilísticos. Y como si esto fuera poco, el consumo de combustibles alcanzó cotas inéditas, lo que obligó a la importación masiva de combustibles provocando una merma de las reservas de dólares. Y más cepo cambiario. Un círculo vicioso.
El tránsito, principalmente en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores, está totalmente colapsado, es una pesadilla, por la cantidad astronómica de vehículos y el deterioro absoluto del transporte público que, dicho sea de paso, está peor que nunca, a pesar de que se encuentra subsidiado artificialmente por el estado nacional.
Para tener una dimensión de las cifras: “Hace 20 años en la Argentina había 3.800.000 vehículos. Hace diez años, 6 millones. Hoy son 10 millones y en el 2013 se van a patentar 916 mil”, dijo hace poco Ernesto Arriaga “el hombre del tránsito” y vocero de Vialidad Nacional.
A su vez, los aumentos en los precios internacionales de la soja convirtieron a este cultivo en uno de los negocios más rentables del país, incrementándose enormemente la cantidad de áreas sembradas, lo que provocó grandes migraciones internas de la población que se vio obligada a dejar los campos para mudarse a las ciudades y debido a sus bajos recursos poblaron villas miserias. Más de lo mismo.
Lo que sí es seguro es que los beneficios no llegaron a todos y todas, como dice el slogan oficialista, y mucho menos a la sociedad como un todo. De eso es consciente la ciudadanía, porque en las recientes elecciones primarias votó mayoritariamente contra el oficialismo.
Actualmente el país se encuentra, una vez más, boyando sin destino cierto y hay nubarrones en el horizonte que presagian turbulencias económicas. Una vez más.
Pareciera que este país estuviera condenado a sufrir serias crisis económicas cíclicas. Cada década o década y media lo azotan huracanes devastadores. De allí la duda del comienzo: si siempre pasa lo mismo, es lógico preguntarse si alguna vez tuvimos alguna oportunidad. O nunca la tuvimos. ¤

  thegauchos

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