Debemos confesar que nos tienta calificar todo esto de Cambalache y entreverar por ahí alguna que otra frase del tango, como esa de “qué falta de respeto, qué atropello a la razón...” Pero tratamos –tratamos, nomás- de evitar los lugares comunes tanto como sea posible. Así que vamos a empezar diciendo que durante el pasado mes de septiembre, algunos personajes de nuestra lejana patria nos pusieron los pelos de punta con sus hechos y declaraciones, al punto de llegar a preguntarnos: ¿Se vuelve a la superficie después de haber caído tan hondo? Y ya que ellos mismos no se arrojan al pozo, ¿no habrá alguien cerca que les dé un empujoncito? Deshagámonos del embarazoso compromiso de evitar los lugares comunes para comenzar a detallar algunos de estos casos diciendo que “para muestras basta un botón”. En este caso, se trata de un botón kirchnerista de Santa Cruz, jefe de bloque de diputados del Frente para la Victoria. Rubén Contreras, así se llama este hombre, declaró que “En Puerto Santa Cruz van a trabajar más de cinco mil personas. ¿Qué va a hacer esa gente? ¿Qué distracción va a tener? Hay una necesidad, todos lo sabemos. Lo tenemos que saber todos. Tenemos una necesidad de tener una distracción, de estar en algún momento con alguna mujer. Es fundamental para la vida de un hombre”.
Como muy bien inducirá usted, estimado lector, el diputado está justificando la prostitución en los “boliches” de la zona como forma de “distraerse”. Porque si no, “¿Qué distracción va a tener?”
Si bien la prostitución es considerada como (y aquí va el segundo lugar común) “el oficio más viejo del mundo”, ¿es necesario salir a bancar a los prostíbulos en tiempos en los que tantas y tantos argentinos trabajan para sacar a la luz el escándalo del tráfico humano, el secuestro de niñas y niños, la esclavitud sexual, y todos los crímenes y delitos que vienen atados de las patas de estos?
A otro que se le soltó la cadena fue a un ex presidente, quien se sumó a tantos otros, como el conocido periodista Nelson Castro, que vienen tratando de instalar la idea de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está “rayada”, condición que la inhabilitaría para ejercer sus funciones de gobierno. Eduardo Duhalde –el ex presidente al que hacíamos mención- declaró que si bien entiende poco de medicina, “la Presidenta está con un problema psicológico grave. Los cambios, las cosas que dice, los tuits que permanentemente está ensayando... nos hacen quedar muy mal...” y la remató con un “muchas veces se comentó de ella que se le aflojaron los tornillos”. La verdad es que muchas veces disentimos con el estilo y las políticas de la actual presidenta, su soberbia no cae bien y nos parece penoso que se comunique con su pueblo a través de Twitter como si fuera una adolescente desinhibida... pero de ahí a afirmar que está psicológicamente incapacitada para conducir los destinos del país hay un largo trecho. No importa que ella o sus funcionarios no respeten la investidura de sus opositores; sus opositores, si pretenden presentarse como de una calidad ética distinta, sí deberían respetar la de la presidenta y no caer en chicanas baratas para desprestigiarla. En todo caso, sobran pruebas y razones concretas para hacerlo. Calificarla de colifata demuestra impotencia por no poder entrarle por otro lado.
Y vamos a terminar el recorrido por la sinrazón nuestra de cada mes con uno importado, un chorro que por esas cosas de azar no mató a nadie en su glorificado “Robo del siglo” y logró escapar del lugar de los hechos de forma cinematográfica, navegando en un gomón por los desagües bonaerenses. Se llama Luis Vitette Sellanes, es uruguayo y fue uno de los cabecillas del sonado caso del millonario robo al banco Río de Acassuso, en enero del 2006, mismo que incluyó toma de rehenes y no terminó en tragedia, como decíamos, por una cuestión de azar. Vitette fue luego apresado, traicionado por una mujer despechada que los delató, y pasó un tiempito en la cárcel, hasta que el mes pasado, gracias a la Ley Nacional de Inmigraciones que establece que los delincuentes extranjeros deben ser repatriados tras cumplir la mitad de su condena, cruzó el charco hacia su tierra. El chorro simpático -y presuntamente acaudalado, porque la plata que se robaron nunca apareció- camina hoy por las calles de Montevideo presentándose como un “experto en inseguridad” y fomentando la idea de que alguien se le acerque para escribir un libro, o eventualmente el guión de una película basada en su gesta. Lo patético de este caso es la cantidad de gente común que glorifica su robo (seguramente ninguno de ellos tenía sus ahorritos o el reloj del abuelo depositado en las cajas de seguridad del banco) y lo tienen como a un canchero a imitar, un ídolo robinhoodesco, a pesar de que nunca repartió un centavo con ningún pobre. Los mismos que celebran su “hazaña” son los que se indignan cuando un gobernador, diputado o ministro es acusado de malversar fondos o cobrar coimas luego de aparecer navegando en un yate en Cariló o manejando un Audi por Avenida Libertador.
Dale que va. Usted dirá que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos. Pero a veces salen todos a la vez y se exhiben con impunidad en la vidriera irrespetuosa de los medios y nos dejan a los giles que miramos desde afuera atónitos, revolcados en un merengue, todos manoseaos. ¤