La trágica muerte del fiscal Alberto Nisman ha convulsionado a toda la sociedad argentina. Y pone al descubierto la existencia de una profunda grieta social que atraviesa el territorio y las distintas esferas sociales del país, porque proliferan furibundas acusaciones entre distintos grupos de opinión.
Simplificando las cosas puede decirse que están los que atacan y culpan al gobierno de esa muerte y los que lo defienden a rajatabla, ambos como fundamentalistas. Decenas de periodistas, expertos criminalistas, peritos, abogados y magistrados desfilan incesantemente por los distintos medios (radio, televisión e Internet) a toda hora esgrimiendo hipótesis coherentes y descabelladas.
Aunque hasta el momento no se haya podido dilucidar si se trató de un suicidio, un suicidio inducido o un asesinato, el hecho dejará una huella imborrable en la historia argentina, porque casi nadie optó por serenarse, reflexionar y esperar el dictamen oficial de las autoridades competentes. Todo el mundo opina irracionalmente.
Lo triste es que lo hacen con el único objetivo de destruir los razonamientos de los “otros”, desde una perspectiva absolutamente maniquea. Blanco o negro. Bueno o malo. Sin medias tintas.
Y en este sentido se fuerza a los ciudadanos para que opinen a favor o en contra a fin de ser etiquetados como “nosotros” (amigos) o como “ellos” (enemigos).
Mil versiones y desconcierto general
Vivimos una situación del todo ilógica que florece y prospera en un país con los ánimos caldeados.
Las opiniones que se vierten son infinitas y sobre todos los temas: que la puerta del departamento del fiscal Nisman estaba cerrada, abierta, trabada o no trabada. Que la ambulancia privada llegó primero y la del SAME después o viceversa. Que los médicos, que los policías de custodia, que la prefectura, que la seguridad del edificio, que los conductos de ventilación... Que la intervención del secretario de Seguridad Sergio Berni no coincide con sus declaraciones. Que el juez no pudo acceder. Que las escuchas telefónicas refieren a la pista iraní o a la pista siria. Que los servicios de inteligencia y dirigentes políticos y sociales intervinieron a favor o en contra, etc.
Es un cambalache de opiniones absurdas y apresuradas que solo provocan confusión, dudas e interrogantes en la población y desconcierto y desconfianza en millones de jóvenes.
“Casi nadie optó por serenarse, reflexionar y esperar el dictamen oficial de las autoridades competentes. Todo el mundo opina irracionalmente”
Todo aquel que conozca algo de la historia de la humanidad sabe que en este mundo se pueden llevar a cabo crímenes perfectos con conocimientos, recursos y expertos. Y es así que muchos de los complots, asesinatos, conspiraciones o pactos secretos denunciados terminan siendo reales. Por eso, cualquier cosa es posible.
Además, es conocido que no existe ningún edificio súper seguro en ningún lugar del planeta, que todos los sistemas tienen vulnerabilidades, de estructura o humanas, y son perfectamente superables. El caso Sony es solo un ejemplo de ello.
Los datos concretos
Hasta este momento lo único que se sabe con certeza es que el fiscal Alberto Nisman acusó al gobierno argentino de acordar con la República Islámica de Irán un pacto secreto para desviar la investigación sobre los responsables del atentado a la AMIA a través de lo que llamó una “diplomacia paralela”. Su acusación de 300 páginas ya fue publicada oficialmente por el centro de información judicial en su portal de Internet.
También que el fiscal fue hallado muerto de un disparo en la sien el día anterior al que debía presentar sus pruebas ante los miembros del Congreso Nacional.
“Es un cambalache de opiniones absurdas y apresuradas que solo provocan confusión, dudas e interrogantes en la población y desconcierto y desconfianza en millones de jóvenes”
Lo grave es que todavía, después de 20 años, el atentado a la AMIA continúa sin ser esclarecido, que las 85 víctimas y más de 300 heridos no han recibido justicia, y que los perpetradores e ideólogos siguen en libertad.
Todo lo demás, a la fecha, son meras conjeturas de periodistas, peritos, criminólogos, abogados, magistrados y la opinión pública, algunos sin ningún sustento real, sin nada que acredite la verdad de lo sucedido, porque la mayoría juzga de oídas en base a rumores. Todas estas opiniones enardecidas y precipitadas solo contribuyen al deterioro del tejido social de la argentina, ya que dividen a la ciudadanía.
Sobre los casos judiciales
Este cronista ha tenido la oportunidad de leer varias causas judiciales basadas en casos criminales reales para escribir libros y/o guiones. Algunas muy renombradas, con decenas de miles de fojas. Al respecto, puede asegurar que nunca ha encontrado un expediente judicial que se encuentre completo y perfectamente confeccionado. Todos adolecen de fallas monumentales, con faltantes y agregados injustificados. Todos.
En un caso federal, mediáticamente famoso, el juez a cargo de la causa autorizó al que escribe estas líneas a leer miles de fojas del expediente y solicitar cientos de fotocopias previo pago de las tasas judiciales. Una mañana, mientras leía este expediente en uno de los tribunales federales de Comodoro Py, un magistrado (de otro juzgado) intempestivamente y a los gritos quería impedírselo sin ningún tipo de justificación.
“Lo grave es que todavía, después de 20 años, el atentado a la AMIA continúa sin ser esclarecido, que las 85 víctimas y más de 300 heridos no han recibido justicia, y que los perpetradores e ideólogos siguen en libertad
Como muestra de las inconsistencias encontradas en este caso, debe destacarse que la presencia de un testigo ante el juzgado actuante fue filmado, fotografiado, publicado y difundido por todos los medios del país. Sin embargo, esa declaración no pudo ser hallada en la causa, quizás por la incompetencia del cronista investigador, o quizás porque casi todas las fojas fueron refoliadas dos, tres, cuatro o más veces. Al tener tantos números distintos cada página se torna imposible saber qué pasó y cuándo, qué es lo que falta y qué es lo que sobra.
Ojalá que la investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman y su denuncia puedan esclarecerse. Las 85 víctimas del atentado y el país lo merecen. Y la democracia lo necesita. ¤