También sé que no estamos en condiciones de decir que no tenemos culpa de nada. Sería como pensar que nuestros gobernantes y todas aquellas personas que desde el poder nos complican la existencia, vinieron en una nave extraterrestre y se asentaron en nuestro país.
Toda la vieja, media y nueva camada de políticos -o los que nos representan nacieron- en Argentina; se criaron, crecieron y vivieron con nosotros y son producto de nuestra sociedad. Esa es una verdad indiscutible.
Existe la tendencia, podríamos decir casi adolescente, de no hacernos cargo de nuestras culpas, de querer culpar siempre a otro. Había una broma popular muy elocuente respecto al tema de “la culpa” en Argentina. Luego de tres años de gobierno de Alfonsín la gente decía: “Dónde están los que votaron a Alfonsín, porque a cualquiera que se le pregunta, te contesta que no lo votó”; lo mismo pasó luego de la segunda presidencia de Menem, nadie reconocía haberlo votado. Obviamente, con De la Rúa se dio el mismo caso.
Y acá llegamos a uno de los puntos de la cuestión que podríamos poner en el casillero de las culpas del pueblo: desde que tengo uso de razón no hubo un gobierno como la gente. Pero ¿qué nos pasa a los argentinos que seguimos votando a partidos que ya han fracasado rotundamente?
Tanto los votantes del Partido Justicialista como los del Partido Radical encontrarán mil frases para hacerse los desentendidos y no asumir la culpa de que votaron siempre mal, y tampoco los gobernantes se harán cargo de la culpa porque las culpas serán siempre de los “otros”.
¿Con qué contamos los ciudadanos para cambiar este círculo vicioso de fracasos y no hacernos cargo? Desde mi punto de vista, en una democracia tenemos una herramienta contundente que es el voto, pero desgraciadamente las circunstancias y la historia nos indican que hasta ahora no hemos sabido usarla. ¿Cuántos malos gobiernos de los principales partidos políticos necesitaremos para darnos cuenta que hay que buscar un cambio, y que ese cambio está en nuestras manos? Porque si alguien todavía cree que la solución a los males endémicos de nuestro país vendrá de la acción de estos dos corruptos partidos políticos, estamos realmente mal. Lo más triste del caso es que parece que mucha gente está convencida de que la solución pasa por ahí, sino ¿cómo se explica que después de todo lo hecho por Menem, Rodríguez Saá y Duhalde, en las últimas elecciones, entre Menem y Kirchner se hayan llevado la mayoría de los votos?
¿Es la Argentina un país sin retorno? Viendo lo acontecido en los últimos años y que las masas van como borregos detrás de los partidos que las han llevado a la ruina, diríamos que -salvo un milagro- esto no va a cambiar. Algunos políticos optimistas creen ver que empieza a darse un mayor análisis de los votantes antes de poner su voto en la urna, pero se viene escuchando desde tres o cuatro elecciones atrás y los resultados en las urnas siguen siendo los mismos y no se producen cambios. Las mismas personas, los mismos apellidos, los mismos corruptos.
En el epílogo de este análisis vamos viendo que el pueblo (nosotros) tiene gran parte de la culpa; por error, por omisión o por mirar para otro lado, hemos sido testigos preferenciales y hasta cierto punto cómplices del desastre organizado.
Como hipótesis final para este enredo de las culpas, deberíamos saber qué viene primero: el huevo o la gallina; los creyentes dirán que Dios creó primero a la gallina que luego puso el huevo; los que no lo son, dirán que del huevo nació la gallina. Con esto me pregunto: ¿Vinieron los políticos corruptos y engañaron a todo un pueblo para que los vote, o de nuestra sociedad salieron los corruptos? O, por qué no, un mix de ambas preguntas. Ø