La crisis que afecta al mundo ha tocado seriamente a la Argentina, ya que nuestro permanente estado de debilidad lo permite.
La actitud de nuestros gobernantes, en principio, fue de negación y hoy en día es directamente la de mirar para otro lado.
Como todos los meses, días antes de redactar mi nota me había planteado la posibilidad de escribir de un tema diferente; consideré la posibilidad de encarar otra cosa que no fuera la política argentina, y enfocarme en algún otro tema que me hubiera llamado poderosamente la atención durante el mes; por ejemplo, el de la codicia de los popes de la empresa AIG que utilizaron parte del salvataje entregado por el gobierno estadounidense para agasajar a ejecutivos y clientes durante un fin de semana en el lujoso St. Regis Resort, en California. Más tarde, la misma empresa había pagado bonificaciones millonarias a sus vendedores estelares, incluyendo a algunos que habían decidido renunciar. Todo eso con la plata de los contribuyentes, en momentos en que 5,47 millones de norteamericanos están sin trabajo y más de tres millones de propiedades fueron ejecutadas.
De este tema pasaba casi sin paradas intermedias a pensar en escribir (como buen futbolero que soy) sobre el cabaret creado entre el técnico Diego Maradona y el jugador Juan Riquelme, luego de la renuncia de éste; sobre la actitud de algunos jugadores ahora y con el técnico anterior y la actitud poco crítica y hasta chupamedia de la mayoría de los cronistas deportivos.
Pero todo eso quedó en la nada ante otra clara demostración del poco amor por las instituciones de parte del gobierno argentino y por sobre todo, el poco interés por ponerse a trabajar en serio para solucionar la verdadera problemática de nuestro país.
Está claro que no todos les damos importancia a los mismos temas y que a algunos de nosotros nos afecta en diferente medida las cosas que ocurren en nuestro país. Para unos, el solo hecho de que el partido político del cual son fanáticos sea gobierno, genera que todo esté bien y que todo aquel que critique al gobierno sea un traidor. Para otros, el hecho de que ese partido político esté en el gobierno significa que todo está mal.
Lo que queda claro de esto que digo, es que por lo visto y actuado en nuestro país, tanto los de un lado como los del otro han sido artífices necesarios de la debacle eterna. Pero seguramente en lo que todos estaremos de acuerdo es en que queremos una Argentina diferente, sin “enfermedades” que se repiten a través de nuestra historia. Cómo lograr que el país sea lo que queremos es lo difícil, inclusive los expertos no se ponen de acuerdo. En ocasiones, sería bueno mirar los ejemplos exitosos, y en la mayoría de los casos veremos que, salvo excepciones, los países desarrollados basan su éxito en respetar las instituciones democráticas ante cualquier tipo de situación, políticas de estado claras, respeto a la oposición y al ciudadano como condición sine qua non. Todas cosas que en nuestras clases dirigentes escasean o directamente no existen. Por eso, preocupa ver que en el país se pisan las instituciones y principalmente nuestra Carta Magna.
En los últimos días se aprobó el adelantamiento de la fecha de las elecciones, lo que traerá aparejado que de aquí hasta las mismas, todo el aparato político estará enfrascado en esa batalla y no en solucionar los problemas cotidianos y aquellos que son consecuencia de la crisis mundial.
De acá hasta junio, seguirán desnutriéndose los chicos, aumentarán la inseguridad, el clientelismo y el dengue, el Indec seguirá cocinando cifras, se seguirán apretando jueces, se seguirá bajando el consumo y Néstor Kirchner y la Presidenta seguirán dividiendo más a la sociedad.
En los últimos días, un diario argentino publicó el siguiente comentario: “Sinceramente, ni yo ni la mayoría de los ministros tenemos idea de lo que se trata. ¡La verdad es que estoy harto de todo este manejo incomprensible de Néstor y Cristina!” Esta era la respuesta de uno de los funcionarios gubernamentales que con cara de fastidio se dirigía a la Quinta de Olivos, cuando se le preguntó el motivo de la convocatoria presidencial para la tarde del jueves último”.
La incoherencia de la pareja gobernante la soportamos los argentinos durante los últimos años. Lo increíble es que ya ni sus ministros los entienden y como muestra de lo incongruente, basta un botón: "Cuando hablan de calidad institucional, y le hago una pregunta a los catamarqueños, ¿por qué adelantan tanto las elecciones, por qué separan tanto las elecciones provinciales de las nacionales?". Y agregó desafiante: "¿Qué le pasa a la burocracia política que gobierna, tiene miedo de perder, que separan las elecciones... donde está la calidad institucional, dónde está la calidad institucional que quieren para el país?". Leídas estas líneas usted dirá que las pronunció un político de la oposición. Equivocado: esto lo dijo Néstor Kirchner el 3 de marzo, días antes de fogonear el plan para adelantar las elecciones nacionales.
Por otro lado y siguiendo con la demostración de incoherencia , hace cuatro años esta misma fuerza política que gobierna envió un mensaje al Parlamento que votó por unanimidad, donde se estableció el cuarto domingo de octubre como día de votación para las elecciones nacionales. ¿Qué los hizo cambiar de idea?
Economistas independientes aseguran que el tercer trimestre del año registrará la caída más brutal de la economía argentina. El crecimiento del PBI podría hundirse hasta menos 5 y el desempleo podría elevarse hasta cerca del 12%. Kirchner huele que las cosas serán así o muy parecidas. En junio, entonces, la Argentina estará entrando en la zona más oscura del túnel de la recesión. El ex presidente chapuceaba desde hace tiempo en la probable necesidad política de adelantar las elecciones, pero no sabía cómo hacerlo ni con qué argumentos respaldarlo.
Desde el punto de vista económico y social, como hemos visto, el remedio que se propone con el adelantamiento de las elecciones es peor que la enfermedad. Todos los analistas económicos, incluso el propio gobierno lo ha expresado, coinciden en que será el peor momento por el impacto de la crisis. No se entiende, entonces, por qué se introduce justamente en este período el proceso electoral que desatará una campaña que, sin dudas, postergará el tratamiento de los temas fundamentales que preocupan, como el aumento del desempleo, la recuperación del consumo y el de la producción.
Esta medida es, además, errónea desde el punto de vista del interés nacional; está diseñada para conveniencia del oficialismo, es un traje a medida de sus necesidades y no toma debida cuenta de las urgencias que reclama el país. Desde la reforma constitucional se ha intentado evitar lo que se acaba de aprobar: que una mayoría política monocolor circunstancial cambie las reglas de juego del sistema electoral.
De todo lo expuesto se desprende que este cambio es sólo para mantener el poder, sabiendo que a medida que la crisis se acentúe, cada vez se hará más difícil lograrlo. Pero no siempre este tipo de especulaciones salen como el que las comete pretende; sino indaguemos en nuestra historia reciente y recordemos que hace 20 años, Raúl Alfonsín adelantó más de cinco meses las elecciones presidenciales de 1989, porque su equipo le informó que el plan económico tendría vida hasta entonces. La convocatoria desestabilizó la economía más de lo que ya estaba y Carlos Menem se convirtió en presidente. ©