Intrigantes historias gauchas
Aunque “cuñao” es solamente la forma campera de cuñado -hermano político- el gaucho la usó aún en los casos en que no existía el parentesco real, y la usó con doble sentido ya que, según la ocasión, tanto podía significar un elogio como un agravio.
“Cuñao” se decía, y se le dice, al amigo estimado a quien se considera digno de ese vínculo. Pero, usado entre desconocidos o personas cuyo trato no es muy íntimo, resulta despectivo, y más aún, insultante.
El hombre de campo -hasta el de la ciudad- tiene una respuesta agresiva en tales casos, esa misma repuesta que Hernández puso en boca de “Martín Fierro” cuando, en cierta oportunidad, un desconocido se permitió llamarle de aquel modo. La contestación es: “Por su hermana, que por la mía no hay cuidado”, es decir, se devuelve la intención que encierra el tratamiento.
Estas frases, siempre gráficas y llenas de picardía eran frecuentes en el vocabulario campero; las conversaciones entre los hombres solían ser verdaderos torneos de alusiones intencionadas, discretas unas veces, de subido color otras.
El Padrinazgo
Antiguamente, para la gente de campo, el nacimiento de un hijo traía aparejado un serio problema: la elección de padrino y madrina. De acuerdo con las costumbres de esas épocas, no cualquiera servía para el caso; los padrinos, por el solo hecho de serlo, entraban a formar parte de la familia; eran, en realidad, segundos padres y el ahijado les debía el mismo respeto y obediencia que a los verdaderos; y, si llegaba a suceder que éstos murieran, su lugar era ocupado por los padrinos, que heredaban por entero la autoridad y las obligaciones paternas.
Teniendo en cuenta la importancia de la misión que les tocaba desempeñar en el porvenir de la criatura, el “compadre” o padrino y la “comadre” o madrina, debían ser elegidos, pues, con especial cuidado.
Compilado por Carlos Avilas del libro “Voces y Costumbres del Campo Argentino”,
de Pedro Inchauspe, publicado en 1949.¤