Según el diccionario de la lengua de la Real Academia Española (RAE) una de las acepciones de “kafkiano” es “Dicho de una situación: Absurda, angustiosa”. En la popular Wikipedia se dice que el adjetivo “kafkiano” se utiliza a menudo para describir situaciones donde el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, las cuales nunca llega a comprender.
En estos días eso es, precisamente, lo que les sucede a muchos argentinos. Viven en un mundo kafkiano, ya que se encuentran “angustiados” ante una situación que se les presenta totalmente “absurda” (según la RAE: Contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido).
Lo grave es que esta realidad incoherente e incomprensible afecta la economía y salud de millones de personas, porque no saben dónde están parados y cuáles son las reglas del juego. Como desconocen lo que les deparará el futuro para mucha gente el largo plazo es… mañana, ya que no pueden planificar sus vidas. Y eso, como se sabe, es letal para el desarrollo normal de una sociedad.
Desde hace varios años no existen índices estadísticos confiables, que son fundamentales para entender la verdadera realidad del país: inflación, desocupación, pobreza, indigencia, actividad industrial, etc. Lo kafkiano es que no faltan índices, sobran.
Solo en “inflación” se pueden mencionar los índices oficiales del INDEC, los del Congreso, los de algunas provincias opositoras y el de “los supermercados”, utilizado reiteradamente por Hugo Moyano, secretario general de la CGT. Y como si fuera poco, además está “el invisible” de varias consultoras privadas. Es “invisible” porque no lo pueden difundir, ya que de hacerlo recibirían multas millonarias.
Obviamente, ninguno de estos índices de inflación coincide, porque todos se confeccionan según los intereses de cada parte. Solo basta saber que los oficiales son “mínimos” y los opositores “máximos”. Unos describen el paraíso y otros el infierno. Faltan los tan necesarios grises.
Como si esto fuera poco, desde hace unos meses empezó a escasear la moneda que los argentinos siempre utilizaron como “metro patrón” para ahorrar: el dólar. La Administración Fiscal de Ingresos Públicos (AFIP) se erigió como la única encargada de otorgar permisos para la compra de billetes verdes, a precio oficial, en un proceso tan complejo, arbitrario e incomprensible que el mismo Kafka se encontraría perdido. Para los que no lo saben, vale esta importante aclaración: nadie sabe cuál es el sistema que se utiliza para autorizar la compra o no de dólares. Nadie. No existe una información clara al respecto, y lo peor es que cambia continuamente.
Solo se argumenta que el dinero para la compra de billetes verdes debe haber sido declarado previamente a la AFIP y el comprador debe demostrar poder adquisitivo. Pero a veces ni esto es suficiente, dado que muchos que pagan impuestos a las ganancias, que tienen todos sus ingresos declarados, en blanco, no son autorizados a comprar un solo dólar. Kafka a la enésima potencia.
Pero hay más. La restricción a la compra de dólares produjo la aparición de distintos tipos de colores y denominaciones: “verdes” o “blancos” (oficiales, prácticamente imposibles de conseguir para la gente de a pie); “blue” o “negro” (paralelo); “celeste” (inmobiliario, resultado de blanco+blue/2), green (arbolitos, personas que venden en la calle); “gris” o “contado con liqui” (a través de la compra de bonos dolarizados), y por último el “Aníbal” o “Moreno” (en referencia sarcástica a dos funcionarios que anticiparon una cotización baja del dólar paralelo, que jamás se concretó). Como se ve, hay para todos los gustos.
Gran Hermano Argentino
Debido a las protestas de miles de personas que querían comprar dólares con fines turísticos, la AFIP instrumentó, de emergencia, una operatoria denominada “Consulta de Operaciones Cambiarias -Viajes al exterior”. El formulario para completar pareciera haber sido copiado de un original de la extinta Unión Soviética y de hecho se debe brindar más información de la que solicitaría el Gran Hermano orwelliano. Estas son las preguntas extraídas de la página oficial de la AFIP:
-Usted es Profesional con Título Habilitante (Sí/No), País de Destino Referente (el primer día se incluyó a países inexistentes como Yugoslavia, URSS, Checoslovaquia, etc), Países de Escala: (Opcional), Motivo del Viaje (salud, estudio, congresos, conferencia, gestión comercial, deportivo, cultural, científico y turismo), Fecha de Salida, Fecha de Regreso, Medio de Transporte por el que egresa del país: (auto, avión, ómnibus, barco, otro), CUIT del Operador Turístico, Costo total del viaje en pesos, etc.
Superando al mismo Kafka, los casilleros a completar en la página oficial de la AFIP varían sin previo aviso y sin explicaciones. Por ejemplo, un día pedían hasta el número de vuelo y al otro, no.
Para saber si la actual situación económica, social y política afecta la salud de los argentinos, este corresponsal entrevistó al Dr. Jorge Tartaglione, médico cardiólogo, egresado de la Universidad de Buenos Aires, jefe del Servicio de Prevención Médica y Calidad de vida del Hospital Policial Churruca-Visca, miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología y un experimentado difusor de prevención médica a través de televisión, radio e Internet.
En este pasado mes de junio todos los cardiólogos han tenido consultas de pacientes que están desesperados. Hay muchos casos de angustia y malestar en la sociedad. El inconsciente colectivo genera una grave desazón, especialmente en la clase media.
Entre otras cosas, el Dr. Tartaglione dijo que las consecuencias de las crisis no son inocuas para el organismo. De hecho, durante los años 2001/2002, en uno de los períodos más convulsionados de nuestra historia, se incrementó notablemente la tasa de infartos en la República Argentina, casi un 30% más, algo que fue documentado científicamente en varios artículos publicados en la Revista Argentina de Cardiología. Un ejemplo de la clara y estrecha relación que existe entre la mente y el cuerpo, y de como en el ámbito psicosocial, el estrés afecta al corazón.
Hoy por hoy, si en cualquier unidad coronaria del país se le pregunta a la persona infartada si tuvo algún evento, un problema emocional en los últimos meses… lo va a encontrar. Y muchas de las respuestas estarán relacionadas con lo que sucede en el país: “lo perdí todo”, “no tengo dónde poner la guita” o “no puedo comprar dólares”.
Nuestro gran problema es que no nos salvamos de ninguna. Cada diez años pasa algo grave. Una gran crisis. A pesar de eso el Dr. Tartaglione manifestó que tiene mucha esperanza en el país que tanto ama.
Los que se van, los que se quedan
Ese optimismo hizo recordar a un artículo de la Lic. Diana Wang, Presidenta de Generaciones de la Shoa (Holocausto) en la Argentina. En el mismo, la autora mencionó la siguiente anécdota: “Charles Papiernik, un querido sobreviviente de Auschwitz que escribió varios libros con el testimonio de su historia, un luchador incansable por la causa de la memoria y la justicia, me dijo un día, casi como al pasar: “Mirá vos lo que son las cosas: los pesimistas se fueron, los optimistas nos quedamos…” y dejó su mirada celeste presa de un interrogante perturbador que me sigue acosando. El dilema de irse o quedarse”. Este corresponsal es un optimista/pesimista (moderado) que decidió quedarse en la Argentina a pesar de todo, porque es su lugar en el mundo. Aunque de tanto en tanto viajaba para conocer cómo se vive en otras regiones. “Viajaba”, digo, porque desde hace meses la AFIP ya no le vende un solo dólar, a pesar de pagar bastante en concepto de Impuesto a las ganancias.
Como era de esperar algo muy… kafkiano. ¤