Revolucionó el humor gráfico argentino
Ironía, pensamiento, obscenidad, trasgresión, anarquía y desopilante humor: así podría calificarse a la revista Satiricón, un ícono que marcó una huella en el campo del humor gráfico argentino. La revista se editó por primera vez en noviembre de 1972, al mando de Oskar y Carlos Blotta, y el gran dibujante y publicista Andrés Cascioli.
Ya desde su primera editorial, Satiricón afirmaba que salía por “las ganas de recuperar la alegría o, en todo caso, las ganas de empezar a descubrir que, además de ser los mejores del mundo y los ganadores morales de todos los deportes, somos bastantes graciosos, bastantes grotescos”.
Algunas de las inolvidables frases:
- Bienaventurados sean los pobres porque de ellos será el tercer mundo.
- Clamor popular: que le den de baja al soldado Chamamé.
- Bergara Leumann se liberó: tampoco él usa corpiño.
- Mano a mano con la masturbación.
Su mordacidad desenfrenada le valió no solo su enorme popularidad, sino también varias censuras y clausuras a través del tiempo. La primera se da ya en el segundo número, cuando se la obliga a ser de exhibición limitada. Luego se la prohíbe por orden del gobierno de Isabel Perón, y por supuesto, se clausura al comienzo mismo de la última dictadura militar. La revista llegó a vender hasta 280 mil ejemplares en 1974.
En sus varias etapas contó con algunos de los más notables representantes del humor argentino, desde Roberto Fontanarrosa hasta Alfredo Grondona White, y desde Alejandro Dolina hasta Carlos Abrevaya y Jorge Guinzburg.
Su último número fue el Anuario Satiricón publicado sin demasiado éxito de ventas en 2005. ¤