Grandes orquestas de ayer, de hoy y de siempre
En Cabrera 2937, en el barrio del Abasto, nació el 11 de julio de 1914 don Aníbal Troilo. Desde chico tuvo enseguida un apodo que le siguió toda la vida: “Pichuco”, deformación del napolitano “Picciuso” o sea “Llorón”.
Tuvo un solo maestro del bandoneón, Juan Amendolaro, pero tres figuras notables para emular: Pedro Maffia, Pedro Laurenz y Ciriaco Ortíz.
Siendo casi un niño, Pichuco toca en la orquesta de Eduardo Ferro, en el sexteto de Juan Maglio, luego en el sexteto de Emilio Vardaro y Osvaldo Pugliese, en la orquesta de Ciriaco Ortíz, y en la de Julio de Caro, y en 1937 con 23 años, se presenta con su orquesta en “Radio El Mundo” y en el cabaret “Marabú”, dirigiéndola hasta que se fue un 19 de mayo de 1975.
Como bien ha dicho Horacio Salas, “Quienes alguna vez lo escucharon, quienes lo vieron especialmente cuando la orquesta lo dejaba en penumbras a solas con su fueye, acaso digan, si pueden traducir aquellas sensaciones, que Troilo quedaba instalado en el misterio”. “Durante los tres o cuatro minutos que duraba esa magia, estaban a su lado los protagonistas de los tangos”. “Acaso por ello, Troilo no miraba a su público, o lo hacía con los ojos desmesuradamente abiertos, como en trance, sin ver a los fanáticos que lo rodeaban silenciosos, expectantes”.
Troilo explicó una vez: “Ocurre que cuando toco el bandoneón estoy solo o con todos, que viene a ser lo mismo”.
Emparejó lo bailable con la musicalidad del tango con justo equilibrio. Fue uno de los tangueros más completos, de primera fila. Incorporó músicos extraordinarios y arregladores de buen gusto, y convirtió definitivamente a los estribillistas en cantores.
Compuso páginas inmortales como: “Responso”, “Milonga triste”, “Barrio de tango”, “Garúa”, “Sur”, “La última curda”, “Che bandoneón”, “María”, “Pa’ que bailen los muchachos”, etc.
Grabó su primer disco para Odeón, en tiempos de los discos de pasta de 78 rpm, y eligió los tangos: “Comme’il faut” de Eduardo Arolas y “Tinta Verde” de Agustín Bardi.
El duende mágico, como también se lo llamó, conformó una orquesta de facetas muy especiales que la hicieron irrepetible en la historia. Troilo fue autor de 60 tangos, llevando al disco 42 de ellos.
Siempre sintió el cariño de la gente. Se jactaba de su amor por la noche. Amó a su barrio. Por eso expresó: “Alguien dijo una vez/ que yo me fui de mi barrio/ ¿Cuándo? … ¿Cuándo?/ si siempre estoy llegando”. El barrio era el padre, don Aníbal, carnicero, guitarrero y cantor, que se le fue cuando él tenía 8 años, y sobre todo la madre, Doña Felisa, que vivió hasta que él cumplió los 51.
Ese adiós fue el principio del fin: “Uno no se muere de golpe, se va muriendo de a poco con cada amigo que desaparece y así llega un momento en que de Pichuco ya no queda nada”, dijo en 1974.
Sobrevivió a la madre que para él era todo, que falleció en 1966, hasta el 19 de mayo de 1975. Dos noches antes, Dios bajó por última vez al teatro Odeón para manejar los dedos del gordito con ojos de japonés”. ®