Al sentarnos a discutir sobre los temas a desarrollar en nuestra editorial de este mes, una idea surgió enseguida como elemento preponderante y generó entre nosotros un debate impensado. Lo conversamos desde distintos ángulos, cada uno desde su postura personal, que en determinados asuntos suele ser bastante disímil a la del otro.
Sin embargo, todos coincidimos en que, en ciertos aspectos, es obvio que la sociedad argentina marcha por delante de sus representantes políticos, sociales o religiosos, y que ha llegado a un grado de madurez tal que ciertos temas que por estos lados se consideran "complicados" allí se discuten sin problemas. Uno muchas veces no se da cuenta de algo hasta que un hecho casual lo ubica ahí adelante, frente a sus propias narices. Esta vez, lo que nos llevó a tal impresión fue la premisa de nuestra entrevista de este mes. El tema de la homosexualidad como "enfermedad que debe curarse", tal como lo había planteado durante una homilía un obispo católico hace apenas unos días atrás, fue tratado con la naturalidad que corresponde por todos los profesionales de Argentina que hemos consultado. Con esto, de ninguna manera estamos insinuando que la argentina es una sociedad de avanzada y que ha superado todos los prejuicios propios de épocas pasadas; pero fue notable comprobar que nadie ha tenido reparos en dar su opinión, que en este caso en particular ha sido unánime, y por tal razón no publicamos todas las declaraciones obtenidas, sino un par que sirven para resumir el tono general del pensamiento científico, médico y psicológico predominante.
Por otra parte, vemos con preocupación cómo la violencia delictiva -exagerada o no por los medios locales- sigue generando reacciones histéricas por parte de algunos personajes públicos, a quienes la lengua les funciona más rápido que el cerebro, y aparecen espasmódicamente a opinar de este complejo problema una vez que los alcanza a ellos o alguien de su entorno. Lo cierto es que la sociedad toda, más allá de los famosos del espectáculo, merece vivir en paz, segura y sin miedos, y los funcionarios del gobierno, en lugar de ofenderse y responder airadamente y a los insultos cada vez que se plantea este tema, deberían usar esa creatividad que muestran a veces a la hora de atacar a los que reclaman paz social, para generar políticas que promuevan la generación de empleo, el respeto por la ley, la contención de los desposeídos y la inclusión de los que han quedado afuera del sistema. El delito se combate con Justicia; el sistema cuenta con las leyes necesarias para contenerlo, sólo hay que aplicarlas. Pero a menos que se tome el problema de la delincuencia con una visión mucho más amplia que la simple represión y la nación deje de producir violencia e inequidad, nunca alcanzarán las cárceles para albergar a todos los que delinquen. Y, para peor, los principales "chorros" siempre van a quedar afuera. ©