Al norte y al sur del Río Grande

En el continente americano coexisten dos mundos totalmente diferenciados.
Al norte del Río Grande se encuentran dos países altamente desarrollados (Estados Unidos y Canadá), miembros del exclusivo y selecto “Club de los más ricos”, conocido como el “G8”, en el que comparten el espacio con Alemania, Japón, Reino Unido, Italia, Francia y Rusia.
En el sur, por el contrario, conviven treinta y tres países atrasados. Todos abonados en menor o mayor medida al “Club de los más pobres”.
Estos estados, en el mundo de las finanzas, recientemente fueron rebautizados como “emergentes”. Este cambio semántico es de la mayor importancia financiera, porque si no ¿qué inversor se atrevería a comprar bonos de países “subdesarrollados”, del “cuarto mundo” o “atrasados”? Lo más grave es que las diferencias de calidad de vida, tecnología y desarrollo económico entre los países del sur y del norte se incrementan con el paso de los años. La brecha cada día es más grande. Pasan los años, las décadas, los siglos y la situación empeora. Fundamentalmente porque los países del sur siempre se encuentran en permanente “desarrollo”. Los dos países del norte son cada vez más ricos, mientras que los 33 países del sur son cada vez más pobres.
¿Por qué será que el desarrollo y el bienestar siempre se encuentran al norte, mientras que la pobreza y la miseria asociadas a la corrupción política están enquistadas en el sur?
¿Acaso será por el aire, el agua o los alimentos?
A pesar de que esta dura situación es conocida, evidente, transparente y objetiva, los cientos de millones de habitantes del sur no se dan por enterados. Pareciera que no saben o no quieren tomar conciencia de esta realidad. Gracias a la indiferencia, falta de compromiso y apatía de los ciudadanos de América Latina, las elites políticas corruptas que se disputan el poder para enriquecerse se consolidan aumentando la injusticia y el subdesarrollo. Y nada presagia que este estado de cosas cambiará… al menos durante los próximos siglos.
En uno de estos países del sur, Argentina, aproximadamente cada diez años se produce una crisis económica brutal. El gobernante de turno, el que sea, expropia los ahorros de la gente y cambia las reglas del juego de la noche a la mañana. Por eso al ciudadano común le resulta imposible proyectar su vida. No es casualidad entonces que para los gobernantes de Argentina el “largo plazo”, habitualmente, sea “mañana”, aunque a veces algunos presidentes son mucho más “visionarios” y en su rol de “estadistas” pueden llegar a pensar un poco más allá de las 24 horas normales. A veces planifican a muy largo plazo, incluso hasta los últimos días de su gestión.
Como muestra de esto, basta señalar que el actual presidente de uno de estos países bananeros hace pocos días les exigió públicamente a los ejecutivos de las empresas extranjeras que controlan el gas, petróleo y electricidad de su país, que deberían asegurar la provisión de energía y precios regulados “hasta diciembre de 2012”.
Las preguntas que todos los ciudadanos de ese estado deberían hacerse son:
¿Acaso este “estadista” considera que no existirá más el país que gobierna luego de su segundo mandato?
Los ciudadanos, después del 2012 ¿no consumirán más electricidad, gas o combustibles?
Este simple ejemplo demuestra que, lamentablemente, al sur del Río Grande las cosas siguen como siempre… pero empeorando. Porque además de padecer a los gobiernos corruptos de siempre, ahora hay nuevos actores, como China e India, que están comenzando a invertir en la región a fin de asegurarse las materias primas y riquezas naturales latinoamericanas para abastecer a sus fábricas. Es decir, a su desarrollo.
Ante la dura situación actual y ante perspectivas tan poco halagüeñas, es lógico que millones de latinoamericanos opten por cruzar la línea que divide el continente en dos para ir a vivir al norte del Río Grande. Se van a vivir a sociedades más desarrolladas donde el bienestar, trabajo, salud, y familia dependen en mayor medida de las capacidades y esfuerzo individual que de los caprichos de los gobernantes de turno.
Van porque allí sin dudas tendrán más posibilidades de organizar sus vidas y planificar el futuro.
¿Habrá muros lo suficientemente altos que puedan detener esta migración que en pocos años alcanzará proporciones bíblicas? ®