El violín romántico del tango
En nuestra columna del mes pasado decíamos que, más allá de los entendidos, muchos quizás no habían oído hablar de Andrés Chazarreta, pionero del folclore argentino; hoy, quizás, la situación se repite con el gran músico, en este caso tanguero, al que hacemos referencia este mes.
Reverenciado por Astor Piazzolla, Troilo y Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi debutó con su primera orquesta en 1942.
Gobbi había nacido en París, Francia, en donde sus padres, también artistas, se encontraban trabajando en los teatros de la Ciudad Luz. Dio sus primeros pasos con un violín en sus manos, y a los 15 años, aún de pantalones cortos, compuso Perro Fiel, su primer tango. Influenciado por Julio De Caro y Osvaldo Pugliese, Gobbi fue además un maestro del piano y la orquestación.
En 1930 forma un soñado trío junto a Orlando Goñi en piano y Domingo Triguero en bandoneón. Trabajaría además junto al sexteto de Pugliese y Vardaro, junto a los legendarios bandoneonistas Aníbal Troilo y Alfredo Attadia, y en la orquesta de Joaquín Do Reyes, entre otros.
Entre sus composiciones más recordadas podemos nombrar El Andariego (en homenaje a su padre), De punta y hacha, Desvelo, y Cavilando. Su estilo era académico, pero con tintes orilleros; su violín evocaba el romanticismo típico del tango, pero siempre con ese estilo reo y a la vez refinado. Gobbi supo sintetizar las emociones, los extremos del tango en su forma de interpretar sus instrumentos, dirigir orquestas y ejecutar arreglos.
El Violín romántico del tango falleció muy joven, cuando apenas tenía 53 años, un 21 de mayo de 1965, en la ciudad de Buenos Aires.¤