¿Por qué la dependencia de la inversión externa frena el progreso?
El nuevo gobierno presidido por Javier Milei asumió prometiendo un cambio radical en la dirección económica del país. Entre las promesas de campaña, una resuena con particular fuerza: el “ajuste” que es necesario implementar hasta alcanzar el superávit fiscal. Esto es: gastar menos de lo que se gana. Lo que también debería significar dejar atrás la dependencia de la inversión extranjera y enfocarse en la generación de riqueza interna.
Mientras algunos países prosperan gracias al ingenio y la iniciativa de sus ciudadanos, la mayoría de las naciones languidecen en una dependencia crónica de la ayuda externa. La paradoja es evidente: naciones con un potencial inmenso se encuentran atrapadas en un círculo vicioso de pobreza creciente, ahogándose en la necesidad de inversiones foráneas que, a la larga, se convierten en una sangría que limita su desarrollo, porque existe el mito de la “ayuda desinteresada”.
¿Por qué se originó esta falacia? De los propios lógicos intereses de la inversión extranjera. Por eso, toda inversión o préstamo, a menudo enmascarado como “ayuda”, se presenta como la panacea para los problemas económicos de los países en desarrollo. Sin embargo, detrás de la fachada de generosidad se esconde una realidad más cruda: una transacción financiera con fines de lucro. El inversor, como cualquier empresario, busca obtener un retorno significativo de su capital. Y este retorno, inevitablemente, se traduce en una salida de recursos del país receptor, una sangría que debilita su economía a largo plazo, porque al final de cuentas siempre sale más dinero del que ingresa.
La sangría que nos empobrece
La analogía de este sistema con las sangrías de la Edad Media es escalofriante. En aquella época, se creía que mera la extracción de sangre curaba diversas enfermedades. Sin embargo, la práctica debilitaba a los pacientes, empeorando su salud en muchos casos. De la misma manera, la dependencia de la inversión extranjera puede ser vista como una sangría económica que priva a los países de la vitalidad necesaria para un desarrollo sostenible.
El secreto del progreso es sencillo. Las naciones que han logrado romper el ciclo de la dependencia y alcanzar el desarrollo económico tienen algo en común: la capacidad de generar riqueza internamente. Esto se logra a través de una serie de factores interconectados. Es fundamental el espíritu emprendedor que fomenta una cultura que valora la iniciativa, la innovación y la creación de empresas.
También es necesario fomentar el capital humano invirtiendo en educación y capacitación de la fuerza laboral, un ingrediente crucial para aumentar la productividad y competitividad del país. Por supuesto que para que esto se lleve a cabo hacen falta instituciones sólidas. Un marco legal sólido, un sistema judicial confiable y una burocracia eficiente resultan imprescindibles para generar confianza en la economía.
“Un marco legal sólido, un sistema judicial confiable y una burocracia eficiente resultan imprescindibles para generar confianza en la economía”
Obviamente que también es necesaria una infraestructura adecuada. La inversión en infraestructura vial, energética, de comunicaciones, marítima y tecnológica es vital para facilitar el comercio, la industria y las interconexiones entre compradores y vendedores.
¿Es posible lograr esto? Claro que sí. Pero para eso hace falta un cambio de paradigma.
Es hora de que Argentina abandone su adicción, es decir, esa mentalidad que asocia el desarrollo a las inversiones externas. Tiene que dejar de enfocarse únicamente en la exportación de materias primas y adoptar un enfoque proactivo hacia la generación de riqueza industrial, tecnologías, y productos terminados.
La inversión extranjera puede ser un complemento útil, pero no debe ser la base del desarrollo económico. Solo mediante el desarrollo de su propio potencial interno argentina podrá alcanzar un progreso real y sostenible en el tiempo.
La comunidad internacional también tiene un papel que jugar en este cambio de paradigma. Es necesario replantear las estrategias de ayuda y cooperación internacional, enfocándolas en el desarrollo de capacidades y la creación de condiciones para la generación de inversión interna. Los países desarrollados deben asumir su responsabilidad en la promoción de un modelo de desarrollo más justo y equitativo. Algo utópico quizás, pero es el único camino para alcanzar prosperidad.
Hay que romper con la dependencia extranjera
El camino hacia el desarrollo no es fácil, pero es posible. Con determinación, esfuerzo y un cambio de enfoque, Argentina puede romper las cadenas de la dependencia y construir un futuro próspero para sus ciudadanos. La decisión está en nuestras manos.
Lamentablemente, el caso de Argentina es paradigmático. A lo largo de su historia, el país ha experimentado ciclos de auge y caída, en gran medida relacionados con la dependencia de la inversión extranjera. La actual crisis económica es un claro ejemplo de las consecuencias de este modelo, junto a la monumental corrupción de los más altos funcionarios nacionales que condujeron al país las últimas décadas.
El nuevo gobierno de Javier Milei tiene una oportunidad histórica de romper con el pasado y generar un cambio real. Su propuesta de reducir la dependencia de la deuda externa y fomentar el emprendedurismo es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, el desafío es enorme. Se requiere además un cambio profundo en la cultura económica del país, así como reformas estructurales que favorezcan la inversión interna y la creación de empleo.
El futuro de Argentina está en juego. La decisión de apostar por la generación de riqueza interna o continuar por el camino de la dependencia es crucial para el desarrollo del país.
“El nuevo gobierno de Javier Milei tiene una oportunidad histórica de romper con el pasado y generar un cambio real. Su propuesta de reducir la dependencia de la deuda externa y fomentar el emprendedurismo es un paso en la dirección correcta”
En este contexto, el rol del actual ministro de economía, Luis “Toto” Caputo, es fundamental. Sus antecedentes como financista internacional generan cierta incertidumbre sobre su compromiso con un modelo de desarrollo basado en la generación de riqueza interna, por lo que algunos opositores lo califican de “endeudador serial”, ya que durante el gobierno de Mauricio Macri el país contrajo prestamos multimillonarios.
Es hora que argentina tome el rumbo que su gente necesita.¤