Particularidades léxicas y fonéticas, reflejando la evolución del gaucho en la cultura
Ensalzados o denigrados, los personajes de la literatura gauchesca tienen la lengua gaucha para expresarse en las distintas obras literarias, pero a veces en los autores se infiltran supuestos gauchismos o se mezclan espuriamente vocablos rurales de distintos lugares geográficos.
Algunos restos de la vieja lengua gaucha subsisten en algunas hablas rurales, pero ya se había cristalizado en poemas y prosas del siglo XVIII. La misma presenta las siguientes particularidades: con respecto a las vocales del idioma castellano hay una tendencia a la diptongación indebida como en máiz, máistro, óido, áura, caihba, pior, riunión o peliador.
También un cambio de vocales como en menistro, polecía, cubijas, siguro o lición. Y por último cambio de lugar (metátesis) como en naide.
En cuanto a las consonantes, aparecen simplificaciones en los grupos consonánticos etimológicos como en otener, dotor, conduta, indino, ecetuar, inorancia, istrumento o istinto. Luego encontramos cambio de consonantes como en refalar, jusil, dijunto, jediondo, o junción. Hallamos también desaparición de consonantes intervocálicas o finales como en burlao, matao o tempestá.
Por lo que se refiere al vocabulario hay una persistencia de origen hispánico como en mesmo, truje, ansina, vide dende, o cuasi. Usan también americanismos como flete, estancia, parejero, mazamorra o cimarrón. Utilizan indigenismos como che, quincho, saguaipçe o yaguané
Además se emplean vulgarismos de varias clases como auja, juersa, pa, pal, mey, tomá, bia, seya, nojap, dir o tá, y se sirven del voseo como, tomá vos, vos dijiste o sos. Manejan diminutivos o aumentativos como torazo, machazo, ahicito o ahurita.
En cuanto a la fonética, es típicamente rioplatense, con variedades regionales en la que la c, la z y la s son equivalentes, con el yeísmo como en güeya o ella y con cambio de la acentuación como en priendalé o tenganló.
Eleuterio F. Tiscornia ha insistido en el carácter castellano de la lengua gaucha, pero en esto no hay consenso, pues no es compartido por otros lingüistas.
Con respecto al origen de la palabra “gaucho”, según Agustín de Basualdo provendría de la voz araucana “gachü” que quiere decir “amigo” o “camarada” y que se aplicaría al hombre de origen español que habitaba las llanuras de la América del Sur, alrededor de Buenos Aires.
También tenemos la palabra “huajcho”, que significa “huérfano”. Según Charles Darwin hacia 1624 se designaba de esta manera a los solitarios y salvajes hombres de las pampas argentinas, con su cabellera larga hasta la cintura, la cara negra por el viento, sombrero de fieltro, chiripá y botas sacadas de los cuartos traseros de las yeguas y un largo facón en la espalda sostenido por el cinturón. Comían carne asada como dieta principal, a veces acompañado por un poco de mate o algún cigarro.
Pero como veremos más adelante, determinar el verdadero origen de la palabra “gaucho”, no es tan fácil, y posiblemente no se llegue nunca a un acuerdo.
Históricamente el nombre “gaucho” data desde las invasiones inglesas, momento en que el elemento campesino de a caballo entra a participar en la lucha por su tierra. Pero si buscamos más atrás en el tiempo tendremos que decir que hacia el año 1600, apareció en el litoral los gauderios o changadores y que en realidad fueron los primeros “gauchos”. Según Lojo Vidal, en esos tiempos para designar a los peones que trabajaban en el campo se usaban las palabras “gauderio” o “camelucho”.
En su libro titulado “El lazarillo de ciegos caminantes”, editado en España en 1772, un estudioso de la época llamado Calixto Bustamante Carlos Inca daba por sentado que “gauderio” era sinónimo de contrabandista, ladrón, poco afecto al trabajo y se aplicaba a un mozo nacido cerca de Montevideo. Según este estudio, el gaucho andaba a caballo, era mal entrazado y peor vestido, que haciéndose de una guitarrita a la que llamaba “changango” vagabundeaba por la campaña oriental cantando desafiantes coplas que remedaban sus amoríos. Con bolas y boleadoras que llamaban “ramales” cazaba animales, comiéndoselos asados.
En cuanto al término “camelucho”, Bonifacio del Carril en su famoso libro “El gaucho” señala que en las estancias que se fueron formando poco a poco en la Banda Oriental, después de las primeras fundaciones jesuíticas, trabajaban además de los agregados y arrimados, peones que eran llamados “cameluchos” y agrega que dicha denominación fue aplicada a los peones de las estancias de los padres jesuitas como derivado familiar de la palabra “camilo” con la que se designaba en Roma a los servidores de la Iglesia.
Por otra parte, el ganado cimarrón tuvo mucho que ver con la presencia del gaucho en estas tierras. En efecto, por entonces en las desiertas llanuras pampeanas, había miles de cabezas de vacunos y equinos salvajes – sin dueño – denominados cimarrones. Esos hombres – luego “gauchos” – se alejaron hacia esos lugares donde podían subsistir sin mayor esfuerzo con ese ganado. De tal modo comienza a dibujarse la imagen del “gaucho libre”, sin trabajo ni ubicación fija, que recorría grandes distancias y dormía al descampado sobre su recado, cuando lo sorprendía la noche.
Ahora veremos que la palabra “gaucho”, con que se designa a ese tipo humano peculiar, tiene una etimología rica y discutida.
La doctora Alicia Lidia Sisca coincide con muchos investigadores y considera que la voz “gaucho” se menciona por primera vez en un documento de 1771 en la Banda Oriental y posteriormente se lo encuentra en la Argentina. Y de acuerdo con un análisis de las propuestas etimológicas de la palabra “gaucho” enumeradas por T. Assunciao, la bibliografía mencionada por H-J-Becco y el trabajo de O.F.L. de Botar, podemos considerar que además del posible origen en la palabra araucana “gachü”, los orígenes de la palabra “gaucho” más aceptables son:
a) Del quechua WAHKA (uajca): huérfano, guacho.
b) Del portugués del Brasil GUADEIRO, vagabundo
c) Del guaraní CA´UCHO ( ca¨¨u-in = alcohol) bebedor
d) Del latín BAGAUDAE, Rústico, ladrón
Con el tiempo fueron modificándose los conceptos y cabe destacar la decisión de Ricardo Rojas y de Leopoldo Lugones, en el sentido de reivindicar la obra de José Hernández. Ella fue orientadora, puesto que permitió ver con exactitud la caracterización del gaucho como arquetipo y ser representativo de todo un estamento social en el que se encuentran las bases de nuestro ethos. De ahí el significado que hoy tiene en el Diccionario de la Lengua Española y en el Diccionario de uso correcto del español (Castellano): “Campesino que en los siglos XVIII y XIX habitaba en las llanuras rioplatenses de la Argentina, en el Uruguay y en Río Grande del Sur. Era buen jinete y diestro en los trabajos ganaderos del campo. Este último objetivo se aplica además en el Río de la Plata a la persona que tiene las cualidades de nobleza, valentía y generosidad atribuida modernamente al gaucho, como señala la doctora Alicia Lidia Sisca; y al buen jinete poseedor de otras habilidades propias del gaucho como registra la Academia.
Por lo tanto, el vocablo “gaucho” que al principio tuvo un significado despectivo, desfavorable y censurable, hoy permanece con una carga semántica altamente positiva. Ø