¿Hacia dónde va Argentina? Esta es una de las tantas preguntas que nos deberíamos hacer tanto los que nos gobiernan como los que votamos. ¿Qué modelo de país queremos? ¿Cómo pretendemos vivir? Y buscando respuesta a esas preguntas, acercar lo más posible la idea de lo que queremos y lo que potencialmente podemos aspirar a ser. Ya que una parte del electorado le dio las riendas para conducir el país, el gobierno debe plantearse seriamente hacia dónde se quiere ir, tanto interna como internacionalmente.
Desde la vuelta de la democracia Argentina no encontró el rumbo, nunca hubo un camino definido en lo político, económico y social. Argentina, a diferencia de otros países que tanto han crecido, nunca tuvo un proyecto elaborado para desarrollarlo a través no sólo de distintos gobiernos, ni siquiera durante un solo período. A nivel de política y comercio exterior no hemos definido claramente una postura, si vamos a salir a enfrentarnos competitivamente a un mundo cada vez más comercial, al intercambio libre o si nos vamos a encerrar en una política nacional o regional.
Aunque muchos consideran que el Mercosur está delineado para enfrentar al mundo con más fuerza, la realidad nos indica que tiende cada vez más a ser un mercado regional de políticas cerradas.
La posición tomada se interpreta como que los demás tienen la obligación de comprar nuestros productos, pero nosotros no queremos comprar los productos de los demás. A la luz de los hechos, el Mercosur se parece cada vez más al Fracasur, la unión de países fracasados del Cono sur.
Para reforzar la “genial idea”, ahora se cuenta con el apoyo del pseudo dictador, ex-militar y golpista presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Argentina nunca aprende o no quiere aprender a tener buenos socios comerciales y le sigue errando cuando elige de socio comercial al Sr. Chávez, quien parecería que por el solo hecho de insultar y despotricar contra Bush y los Estados Unidos se ha ganado el cargo de líder continental, posición a la que no llegaría por méritos propios.
No hay nada de malo en que nuestro país concrete acuerdos comerciales con Venezuela para hacer negocios que beneficien a ambas naciones, pero cuidado si estos acuerdos significan para Argentina pasar de una dependencia a otra. Y esto último que se menciona, tiene que ver con la reciente compra de bonos argentinos por parte de Venezuela por un valor de 300 millones para este año, y una futura compra para el año entrante de 1.300 millones, que el gobierno argentino usará para el pago de deuda externa.
Si alguien pensó que el líder venezolano lo hizo por caridad, está equivocado; si lo ven como que Argentina logra con eso desendeudarse también estará errado, porque lo único que hace Argentina es cambiar de acreedor, y en este caso pasar a un acreedor más caro. ¿Por qué lo digo? Porque el FMI cobra por refinanciar esa deuda una tasa promedio del 4%, y esos bonos le rendirán a Venezuela un 9%.
Pero ¿hasta qué punto esta relación comercial en crecimiento nos beneficia, teniendo en cuenta que del otro lado hay un gobierno de clara tendencia anti democrática, con un perfil autoritario, que en reiteradas oportunidades ha dado muestras de no garantizar la seguridad jurídica en su país, sin contar las violaciones a la libertad de expresión y la constante persecución de sus opositores?
¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Hacia dónde queremos ir?¿Por qué nos seducen estos gobiernos cuasi autoritarios, populistas y retrógrados?
No nos alejemos del horizonte por seguir a un dictador que a fuerza de “petrodólares” sólo quiere hacer más fuerte su ridícula posición de combate contra Bush; no nos equivoquemos de nuevo, esto ya se ha dicho muchas veces “no necesariamente los rivales de nuestros enemigos, deben ser obligatoriamente nuestros amigos”.
En la reciente Cumbre de las Américas se le permitió montar su circo y mostrar su personalidad mitómana en nuestro país, en confrontación con el ALCA, junto a algunos monigotes que no representan a nadie sólo para oponerse.
Mi pregunta es, ¿cuál es la razón fundamental para oponerse al ALCA? ¿Sólo porque es propuesto por Estados Unidos? Mi opinión es que no hay que tener miedo a realizar acuerdo comerciales, hay que ir a negociar defendiendo lo nuestro y aprovechando lo que podamos tomar del otro. Los acuerdos no son buenos o malos per se, lo que puede ser malo es que las personas que negocien de ambos lados prioricen intereses espúreos, y no los de la nación a la que representan; resumiendo, si los negociadores anteponen su bolsillo al crecimiento de nuestro país.
En definitiva, el tema es sencillo: nos proponen un negocio, si nos conviene lo hacemos y si no nos conviene no lo hacemos, todo se reduce a eso. Nada ni nadie, ningún tratado o cosa por el estilo puede obligar a un gobierno a hacer algo que vaya en desmedro de los intereses de su país (exceptuando, por supuesto, a los corruptos de siempre, los cuales no necesitan de un tratado en especial para llevar a cabo sus robos).
En 1994, México firmó un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el NAFTA. Para algunos fue el puntapié inicial para el ALCA. En esa época, México exportaba mercaderías por un valor de 34.000 millones, similar a lo que hoy exporta Argentina, pero este año las exportaciones de México serán del orden de los 200.000 millones de dólares. Se sextuplicó la exportación y el desempleo se redujo al 4%. Con esto no quiero decir que el ALCA sea la panacea, seguramente habrá cosas para mejorar y negociar, pero lo que nunca se puede hacer es cerrar la puerta a la posibilidad de incrementar nuestros negocios externos.
No nos cerremos; escuchemos y negociemos defendiendo lo nuestro, pero sin olvidarnos de algo: para que un corrupto lleve a cabo sus planes tiene que haber alguien que quiera ser corrompido, porque siempre esta relación se da de a dos. Con esto quiero decir que si Estados Unidos nos explota, hay alguien o muchos que no defendieron nuestros intereses, nuestros negociadores seguramente no negociaron pensando en nuestro país sino pensando en una linda cuenta en Suiza.
No le temamos a los intercambios y acuerdos comerciales, no temamos competir, no nos dejemos seducir por teorías cerradas y autoritarias que tildan de antipatria al que no esté de su lado, porque si seguimos equivocando nuestros socios comerciales, Argentina perderá el tren del crecimiento y se convertirá definitivamente en “El país de nunca jamás…crecer”.. Ø