¿Argentina es realmente un país rico?

Cada año que se inicia es habitual que sea tiempo de balances y de reflexión. Y es por eso que casi todos los ciudadanos se dedican a hacer un análisis personal de cómo considera que le fue durante el transcurso del año pasado. Y muchos también intentan hacer otro tipo de balance, de alcance más general, del año que acaba de terminar. Durante el último diciembre me sorprendió oír la cantidad de personas que se quejaron de la situación general en la cual se encuentra inmersa la Argentina.
Y lo más asombroso para mí es que todos los interlocutores terminaban sus reflexiones balbuceando… “y pensar que estamos llenos de pobres, inseguridad, crisis y desempleo… viviendo en un país tan rico”.
¿Un país tan rico?
Cada vez que escuchaba esa reflexión recordaba la anécdota del hijo de un diplomático argentino, que nació y se educó durante su infancia y juventud en los Estados Unidos, y que, por las características del trabajo de su padre, legalmente era ciudadano argentino. Cuando a su padre lo destinaron a Buenos Aires, este joven tuvo que volver con él por primera vez a la Argentina, su país legal, pero al cual no conocía en absoluto. En sus memorias de adulto este hombre contaba que en el barco que lo llevaba al Río de la Plata estaba ansioso por saber algo de su país. Y fue ahí cuando escuchó por primera vez, en boca de un hombre de negocios norteamericano, una frase bastante conocida que lo dejó estupefacto: “El mejor negocio que existe en el mundo es comprar a la Argentina por lo que vale y luego revendérsela a los argentinos por lo que creen que vale”.
Aunque esto sucedió en las primeras décadas del siglo XX, al finalizar la primera década del siglo XXI pareciera que esta situación sigue teniendo absoluta validez.
Lo más increíble es que todos los diarios permanentemente informan que casi el 80% de las empresas que más facturan en el país son extranjeras y que las pocas empresas que quedaron en manos de argentinos continúan siendo vendidas a grupos multinacionales, sin prisa pero sin pausa. Últimamente se destacaron cementeras, productoras de carnes, campos y unas cuantas fábricas. Pocos argentinos se dan por enterados de que Brasil es uno de los principales compradores de negocios nacionales, y que en estos momentos el vecino gigante se ha transformado en un productor de carne vacuna más grande que la Argentina.
Algunos historiadores estadounidenses afirman que una de las mejores cosas que les ocurrió en la historia de su país fue el bloqueo que le impuso Inglaterra luego de su independencia, porque eso impulso a los norteamericanos a fabricar lo que no podían comprar en el exterior. De esta forma tuvieron una revolución industrial que les permitió convertirse en la máxima superpotencia que ha conocido la historia de la humanidad. Los cubanos, en cambio, todavía siguen quejándose del bloqueo que les impuso el gobierno de Washington hace casi cinco décadas, y a pesar de haberse aliado durante ese mismo lapso a una superpotencia militar e industrial (la ex URSS) no son capaces de fabricar una licuadora.
¿Entonces en donde radica la riqueza de un país? ¿En las supuestas riquezas naturales o en la capacidad de la gente? La historia demuestra indudablemente que la diferencia la hacen las personas. En 1945 no existía en el mundo un país tan homogéneo como Alemania, porque la locura nazi y sus ideas de “pureza racial” habían exterminado cruelmente en los campos de concentración y exterminio a todas las personas que consideraban inferiores o distintas. Al finalizar la guerra Alemania fue dividida en dos partes. En una se impuso el sistema socialista y en el otro el capitalista. Al cabo de cinco décadas el sistema socialista se derrumbó estrepitosamente. La materia prima de 1945 era la misma. Pero las ideas y las posibilidades que les brindaba a los ciudadanos cada sistema marcaron la diferencia, porque eran radicalmente antagónicos. Aun hoy, después de 20 años y con todo el apoyo brindado por la ex República Federal Alemana, la ex República Democrática Alemana (de carácter socialista) todavía no llegó a alcanzar el desarrollo de su hermana capitalista.
Para saber si la gente realmente es la que marca la diferencia, es decir, la que permite que haya países pobres y países ricos, más allá de las riquezas naturales, sería interesante realizar un experimento de proporciones bíblicas.
¿Qué pasaría si todos los argentinos se mudaran a California y todos los californianos a la Argentina? Todos los ciudadanos implica a todos: pobres, clase media, clase alta, políticos democráticamente elegidos, punteros políticos, piqueteros, dirigentes sindicales, dirigentes sociales, caudillos provinciales, etc.
Durante el intercambio, cada uno lo único que podría llevar consigo es una valija con recuerdos personales y notebooks conteniendo la información considerada más importante para empezar la nueva vida.
En veinte o treinta años, ¿cuál sería la situación del Estado Dorado y la de nuestro querido país?
¿La nueva California Argentina seguiría siendo una de las cuatro o cinco economías más desarrolladas del mundo?
¿Y la Argentina californiana continuaría penando y quejándose por su eterna condición de país emergente? ¿De país rico sin riqueza?
Ojalá se pudiera hacer este experimento para saber cuál es el secreto de los países ricos de verdad.  ©