Como ciudadano argentino medianamente informado e interesado por mi país, estoy más que preocupado porque casi todos los días compruebo que la mayoría de nuestros compatriotas piensan y hablan de una Argentina con cualidades, virtudes y características que ya no existen, que nunca tuvimos o que directamente pertenecen a un país imaginario.
Para millones de argentinos, incluso del más alto nivel intelectual, social y/o económico, pareciera que el reloj de la historia se hubiera detenido en algún momento del pasado. Porque, aunque la dura realidad demuestra lo contrario, hablan de nuestro país como si todavía fuera “el granero del mundo”, “un país europeo” y “un país rico”. Lo peor de todo es que muchos, demasiados quizás, todavía afirman que en nuestro país “no trabaja el que no quiere”. Seguramente los que expresan y piensan de esta forma se niegan a aceptar las últimas cifras “oficiales” que señalan que sólo entre abril y junio de 2004 en el gran Buenos Aires 116.000 personas salieron a buscar trabajo y apenas lo consiguieron 17.000 (un poco más del 10%) De este modo -en ese corto lapso- otras 99.000 personas se agregaron a la legión de los 780.000 desocupados que ya habitaban en el conurbano. Por otra parte se sabe que hay otros 4,5 millones de personas que tienen serios problemas de empleo de acuerdo a cifras oficiales del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo)
¿Alguien me puede explicar entonces por qué miles de argentinos continúan diciendo que en nuestro país “no trabaja el que no quiere”?
Alguien muy sabio dijo alguna vez que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y es por eso que diariamente decenas de millones de argentinos con “ceguera mental” transitan alegremente por las calles de una Argentina “desarrollada”, “que progresa” que, en verdad, sólo existe en su imaginación.
Tratando de emular al viejo Sócrates todos los días, y como “un tábano”, intento despertar de ese malicioso ensueño a todos los compatriotas que puedo. Mi objetivo no es modesto en absoluto. Procuro volver a la realidad, despertar o hacer reflexionar -al menos- a un compatriota por día. Porque aspiro a que de esta forma se inicie una reacción en cadena que les haga comprender a la mayoría de los argentinos, la verdadera, patética y muy triste realidad de la Argentina.
Porque estoy convencido de que el tiempo se nos acaba y disponemos de pocas oportunidades para reaccionar y darnos cuenta de que estamos en caída libre. Y que si no cambiamos nuestro rumbo, irremediablemente caeremos en un abismo sin retorno. Si no aceptamos hoy mismo la realidad que vivimos, perderemos la oportunidad de empezar a construir el país que soñamos. Para alcanzar mi ambicioso objetivo apelo a la lógica y a las circunstancias de cada momento para despertar conciencias. Es un ejercicio intelectual muy complicado (aunque erróneamente parece sencillo) porque demostrar a los argentinos, especialmente a los porteños, que realmente vivimos en un país del “cuarto mundo” es una tarea extremadamente difícil. Casi imposible, porque la mayoría sigue pensando que somos un “país rico.”
Como los ejemplos que utilizo para mostrar la realidad de nuestra sociedad son muchos me limitaré a contar unos pocos y que están relacionados con los distintos, porque son los que afectan directamente a millones de argentinos, a pesar de que nuestros compatriotas que “mentalmente” viven en el primer mundo ni siquiera se den cuenta:
- La “Casa Rosada” y el Poder Ejecutivo
Curiosamente la residencia oficial del Presidente es solamente “Rosada” si se la observa de frente, porque los costados y la parte de atrás presentan un mísero color gris y apagado. Desde la última vez que la pintaron (por supuesto únicamente el frente) pasaron seis presidentes constitucionales y ninguno de ellos (incluído el actual) se preocupó en terminar de pintar el resto del palacio de gobierno. Quizás al mejor estilo del “Código Da Vinci” cada uno de esos presidentes envió un mensaje oculto a todos los argentinos que más o menos indicaría algo así: “queridos ciudadanos no somos un país de verdad. Nos obligan a decir que somos un país independiente pero es mentira. La Casa Rosada, símbolo del poder del estado argentino, parece un set de filmación de Hollywood, porque en realidad es una fachada”.
Coherentemente con esta perspectiva, un reciente informe publicado por el diario “La Nación” señaló que, en los primeros 15 meses de gobierno, el presidente Néstor Kirchner firmó 105 decretos, de los cuales 75 son de “necesidad y urgencia”, mientras que en igual período sólo presentó 95 proyectos de ley. El hecho demuestra que existe una perversa cultura que tiende a convertir al propio Poder Ejecutivo en una suerte de Poder Legislativo alternativo. A través de los distintos gobiernos de los últimos tiempos, se advierte con claridad que esa tendencia se ve agravada por otro triste dato de la realidad: salvo raras excepciones, a menudo los decretos dictados por el Poder Ejecutivo no son ni necesarios ni urgentes. Son apenas una simple forma de esquivar al Congreso y de evitar el seguimiento de la vía ordinaria para la sanción de las leyes.
- El Congreso Nacional
El Congreso vota públicamente leyes exigidas por el Fondo Monetario Internacional como si eso fuera lo más común del mundo (de hecho son tan públicas que salen en los titulares de las noticias) Inconcebiblemente, nuestros puros, honestos y probos representantes constitucionales (Senadores y Diputados) obedecen órdenes externas y por eso dictan leyes que favorecen a potencias, organismos, empresas y particulares extranjeros, aunque esto signifique, literalmente, el empobrecimiento de millones y la muerte de miles de argentinos. ¿Alguien se imagina al Congreso de los Estados Unidos, el de Alemania o al de Francia aprobando leyes que les exijan desde el exterior? ¿Y más sabiendo que perjudican intencionalmente a sus ciudadanos? Bueno, nuestros representantes lo hacen. Y muy seguido.
- La Corte Suprema
Cuando el ex presidente Menem decidió aumentar la cantidad de miembros (de cinco a nueve) para contar con una “mayoría automática” que aprobara todas las leyes que proponía, no se realizó ninguna manifestación multitudinaria. Durante varios años los ex jueces Julio Nazareno, Eduardo Moliné O'Connor, Guillermo López y Adolfo Vázquez dieron legitimidad a todas las leyes, decretos de necesidad y urgencia (más de 500) y convenios que empobrecieron y colonizaron a nuestro país. Increíblemente, miles de argentinos durante esos años de absoluta injusticia e impunidad, manifestaban su profunda “fe en la justicia”. ¿En qué estaban pensando?
Relacionado con este tema y los tres poderes “independientes” del estado, se pueden mencionar algunas joyitas que demuestran claramente que aún vivimos en un país de ficción. Lo más triste es que estos datos son publicados y por lo tanto accesibles a la población.
- El presupuesto Nacional:
El diario Clarín en su edición del domingo 19 de septiembre de 2004 informó efusivamente: “educación: presupuesto que el gobierno envió al congreso”
Habrá un aumento del 27% en los fondos destinados a Educación. La inversión que se hará en este sector llegará el año próximo a 4.743 millones de pesos. El incentivo docente, la educación técnica y el desarrollo científico y tecnológico serán las áreas más beneficiadas”.
Comentario: a simple vista parece que esta es una buena noticia. Sin embargo puede serlo o no. Todo depende del jefe de gabinete, Alberto Fernández, porque la misma Ley de Presupuesto lo autoriza a reasignar las partidas presupuestarias discrecionalmente. Aunque parezca increíble, la misma ley de presupuesto le da atribuciones a Fernández que sólo corresponden, por ley, al Congreso de la Nación. Por eso -en la realidad- el presupuesto del año próximo se cumplirá de acuerdo a lo que en última instancia determine el Jefe de Ministros.
Todo lo demás es palabrería. Verso. Mentira.
¿Alguien cree que un país en serio puede funcionar sin un presupuesto preestablecido? Al parecer los argentinos no sólo creemos que sí. Lo hacemos.
Sin justicia, sin reglas claras, sin gobernantes preocupados en el bienestar de los ciudadanos, sin ética ni moral seguramente se puede alcanzar un único resultado: el país que tenemos.
Por ultimo me permito resaltar algunas de las frases del presidente del Episcopado, monseñor Eduardo Mirás, quien el 18 de septiembre dijo en Rosario:
“El mayor desafío del gobierno de Néstor Kirchner debe pasar por vencer los porcentajes tan altos de pobreza” “Resulta incomprensible que haya gente muriéndose de hambre en la tierra del trigo y del pan”
“El país no tiene un problema de falta de riqueza, sino de mala distribución de sus recursos”. “Ojalá se pueda distribuir todo lo que hay de una manera más perfecta para que todos alcancen lo que es necesario para vivir con dignidad” “Somos 37 millones de personas para un país tan fenomenalmente enorme en geografía, o sea, tenemos más de ocho hectáreas por habitante, lo que arroja que formamos parte de una nación que debería tener todo para todos” “Falta que planifiquemos cómo lograr esto y nos pongamos manos a la obra” “Lo importante no es si hay más o menos pobres, sino que todavía hay muchos” Ø