Un genio inclasificable que fusionó la música clásica con el malambo
En esta columna de El Suplemento solemos destacar artistas de distintos géneros de la música popular argentina, que van desde el rock hasta el tango, y desde el folclore hasta el melódico. En cuanto a la música clásica, ya nos hemos referido a monstruos como Martha Argerich y Daniel Barenboim. Hoy recordamos al gran Alberto Ginastera.
Ginastera es una de las figuras más destacadas e influyentes de la música clásica del siglo XX, no sólo en Argentina sino a nivel mundial. Sus composiciones reflejan una profunda conexión con la cultura argentina, al mismo tiempo que abrazan tendencias modernistas más amplias, lo que hace que su trabajo sea distintivo y universalmente respetado.
Había nacido el 11 de abril de 1916 en Buenos Aires; su padre era catalán y su madre italiana. Como suele ocurrir en estos casos, mostró desde temprana edad increíbles aptitudes para la música. Inició sus estudios formales en el Conservatorio Williams, una de las escuelas de música más prestigiosas de Buenos Aires, y luego asistió al Conservatorio Nacional de Música, donde se graduó en 1938. Sus primeras composiciones estuvieron fuertemente influenciadas por la música folclórica argentina, que se convirtió en un tema recurrente a lo largo de su carrera.
Entre la extensa obra de Ginastera, podemos mencionar: Estancia (1941), una de las obras más interpretadas de Ginastera, en la que retrata vívidamente la vida de los gauchos argentinos, que culmina en el famoso Malambo; Cantata para América Mágica (1960), una poderosa obra en la que explora la mitología precolombina y su intensa energía rítmica; la ópera Don Rodrigo (1964), con la que solidificó su reputación internacional cuando se estrenó en Nueva York; y Bomarzo (1967), ópera basada en la novela de Manuel Mujica Laínez.
La música de Ginastera ha sido interpretada por destacadas orquestas y músicos de todo el mundo. Una de las actuaciones más aclamadas de su carrera fue el estreno de Don Rodrigo en la Ópera de Nueva York en 1964, dirigida por Julius Rudel. Este evento marcó la entrada de Ginastera a la escena de la ópera internacional y fue fundamental para difundir su fama más allá de América Latina.
Al igual que Jorge Luis Borges, Alberto Ginastera falleció en Ginebra, Suiza; el músico el 25 de junio de 1983, mientras que el escritor lo siguió tres años más tarde. Su legado está firmemente arraigado en su capacidad para fusionar los sonidos tradicionales de Argentina con las técnicas de vanguardia del siglo XX, creando una obra que es a la vez profundamente personal y universalmente resonante. ¤