Unió el pasado rural y la estética urbana
Se supone que en las pampas, allá por la década del 70 y mucho antes también, ciertos trabajadores del campo portaban unas trenzas de cuero que se abrochaban al cinturón y que contaban con unas bolitas o anillos, también de cuero, que se usaban para contar cabezas de ganado.
Se decía que cada anillo representaba 10 vacas, pero podrían ser 12, 50, 100… o ninguna. La verdad es que para todos los que crecimos surcando las grandes extensiones de pastizales de los jardines del Parque Lezama o los bosques de Palermo, para aquellos que no crecimos entre caballos, ombúes y pulperías sino entre gatos domésticos, malvones en las macetas del balcón y el pub de la esquina, cualquier cosa que nos vendían como artículo gauchesco era legítima.
Lo cierto es que por allí hacia finales de los '70 se puso de moda entre los adolescentes porteños y bonaerenses cool usar esos contadores de ganado colgando de la cintura de los jeans Maverick o Little Stone. Su uso, por supuesto, era meramente decorativo, ya que ninguno de nosotros había siquiera visto una vaca más que en nuestras visitas con el colegio a la exposición de la Sociedad Rural, una vez al año. Estos contadores de ganado eran de “cuero crudo”, color crema, y solíamos usarlos en combinación con los cinturones y llaveros del mismo material. Vale agregar que, así como los contadores de ganado, los llaveros eran meramente decorativos, ya que por entonces ni de casualidad nos daban las llaves de la casa ni del coche.
Tan súbitamente como habían llegado, los contadores de ganado pasaron al olvido junto a tantas otras fugaces modas, para ser reemplazados por algún otro elemento decorativo que alguna vez recordaremos aquí en esta misma página.¤