Una historia de amistad, engaño y astucia.
La hiena era la mejor amiga de la liebre y siempre se veían, salían juntas, compartían cosas y demás. La liebre iba a pescar todos los días y traía consigo buenos pescados que lograba sacar del río, pero la hiena no siempre tenía algo pescado y por eso usaba su inteligencia para quitarle la comida a su amiga. Un día llegó la liebre con un pescado enorme, pero dudó en mostrárselo a la hiena, porque se dio cuenta de que la muy astuta terminaría comiéndoselo. Sin embargo, por su buen corazón, le mostró su pesca a la amiga y hasta le ofreció darle un poco luego de empezarlo.
Lo primero que propuso la hiena era una estrategia que muchas veces le había funcionado; le dijo a la liebre que se lo diera ya que ella no podría comerlo, porque su estómago era muy pequeño y el pescado muy grande, y en caso de decidir quedárselo se iba a pudrir. La liebre notó la extraña jugada de su amiga y le dijo que lo ahumaría para que no se pudra y así lo comería de a poco sin ningún apuro, y luego se fue a ahumar el pescado.
La liebre se hizo la dormida junto a la parrilla con brasas y poco después se acercó la hiena para robarle la comida rápidamente y sin levantar sospechas, pero la liebre se incorporó y con un rápido movimiento le tiró la parrilla encima. Las brasas quemaron partes de la piel de la hiena, y por eso es que hoy en día tiene manchas en su pelaje que antes era completamente marrón.
Luego de ese incidente nunca más se volvieron a ver las amigas, y desde entonces las hienas odian a las liebres.¤