Un duelo de zapateo que destaca la habilidad y elegancia de los gauchos.
Hola, amigos de El Suplemento; la historia que hoy quiero contarles es sobre un libro del escritor Pedro Inchauspe, amigo de mi papá. El libro se llama “Voces y Costumbres del Campo Argentino” y se imprimió en 1949. Mi señor padre, que fue un gaucho de verdad, era amigo de este gran costumbrista y escritor. Mi papá dejó como un legado familiar algunos libros que con esto de la pandemia se me dio por volver a leer y con la anuencia de nuestro director, Pablo Garriga, les prometo llevarles en esta y futuras publicaciones, estas historias que espero que disfruten.
Hoy será el tema del malambo, danza que comencé a bailar a los 7 años y junto a otras danzas me llenó de muchas satisfacciones. Pero que suene el bombo y la guitarra imaginarios en nuestras mentes: aquí les va “El Malambo” de Don Pedro Inchauspe.
El malambo
El malambo constituye una excepción dentro de nuestros bailes, pues es un verdadero contrapunto de zapateo entre dos hombres: es un baile masculino. Cada variación en la forma de zapatear se llama “mudanza”, o figura distinta, y como es lógico, vence en la contienda el que logra superar a su rival en variedad de recursos. Las mudanzas son ejecutadas por riguroso turno y al son de un rasguido en la guitarra, cuyos tonos se repiten hasta el infinito.
Se dice que ha habido “malambeadores” capaces de hacer cincuenta y más mudanzas, cosa admisible. De lo que puedo dar fe, es de que algunos de sus cultores, por la agilidad, sentido rítmico, elegancia y resistencia física, podrían ponerse a la par de muchos bailarines clásicos, sin desmerecerlos.
El malambo fue, en los bailes tradicionales, lo que la payada de contrapunto en el canto: un verdadero torneo de habilidad gaucha. ¤