Un santo a caballo, puro canto y patria
Uno de los tantos “turcos” que salieron del noroeste argentino hacia el mundo, Jorge Antonio Cafrune Herrera había nacido el 8 de agosto de 1937 en una finca de El Sunchal, en la provincia de Jujuy. Sus antepasados tenían sangre libanesa y siria, pero él fue 100% gaucho.
Ya de chico, como suele suceder en estos casos, le tomó el gusto al canto y la guitarra, seguramente influenciado por su padre, cantador de bagualas allí por donde se lo quiera escuchar.
Comenzó a editar sus discos como solista en 1962, un año muy prolífico en el que salieron nada menos que cuatro de sus primeras obras; su último disco, Cafrune en la ONU, data de 1976, año en el que se desató la última dictadura militar argentina, cuyos jerarcas siempre lo tuvieron en la mira por su posición contestataria y rebelde.
Quizás su actuación más recordada fue aquella noche en el Festival de Cosquín cuando el público le pidió que cantara “Zamba de mi esperanza”, por entonces prohibida por la dictadura. Y así lo hizo, marcando tal vez el fin de su vida. “Aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar”, había declarado él.
El 31 de enero de 1978, a modo de homenaje al General José de San Martín, Cafrune emprendió una cabalgata para llevar un cofre con tierra de Boulogne Sur Mer, adonde había fallecido el prócer, desde la Plaza de Mayo en Buenos Aires hasta la localidad correntina de Yapeyú, ciudad en la que había nacido. A la altura de Benavídez, apenas comenzada la madrugada, Cafrune fue embestido por una camioneta manejada por un joven, y fue declarado muerto unas doce horas más tarde.
Hasta el día de hoy, no se ha esclarecido si su muerte se ha tratado de un sospechoso accidente, o fue un asesinato ordenado por alguno de los integrantes de la Junta Militar.
Entre las canciones más recordadas de Cafrune hay que mencionar “Mi luna cautiva”, una zamba de José Ignacio “el Chango” Rodríguez; “Coplas del payador perseguido”, “Milonga del solitario”, y “Chacarera del pantano”, las tres del maestro Atahualpa Yupanqui; “Paisaje de Catamarca”, de Rodolfo “Polo” Giménez; y “Santafecino de veras”, de Ariel Ramírez y Miguel Brascó.¤