El Diablo se divierte cuando puede inducir el miedo
en las personas que se encuentran de lo más desprevenidas.
Esta es la leyenda de un hombre que no estaba en uno de sus mejores días y que había bebido muchas copas de más. Ya se encontraba volviendo al hogar, pero para ello tenía que atravesar un puente oscuro.
Detrás de sí, los faros de la cuadra hacían toda clase de figuras aterradoras y tétricas, pero él no se percató de las energías que fluían por el sitio donde estaba caminando. Ni siquiera podía mantenerse caminando por la misma línea, pero aun así supo reconocer el llanto de un bebé.
Cuando estaba cruzando el puente, un llanto penetró su cabeza por completo, se trataba de una pobre criatura que estaba llorando por alguna parte. Giró sobre sí mismo para encontrarse con ese bebé que estaba solo en medio de la noche y no entendía razón para que esto sucediera. Se dio cuenta pronto de que el llanto desgarrador venía de la parte de abajo del puente. Allí estaba el niño, con una manta que lo tapaba, muy tierno y solito porque una madre lo había abandonado a su suerte en una noche tan fría.
El hombre, que estaba borracho, tuvo que respirar profundo y tomar la canastita donde se encontraba la criatura, porque no dejaría que se muera de frío y hambre. La cargó en sus brazos y empezó a caminar por toda clase de cuadras, algunas más oscuras que otras.
De pronto se dio cuenta de que el niño empezó a pesar mucho más que cuando lo había recogido, lo cual le extrañó bastante. Cuando se acercó a una luz clara, miró fijamente al bebé y resulta que se había transformado en un cerdo que lo miraba con los ojos rojos y llenos de oscuridad. El hombre dio un salto de mil demonios y lanzó a este animal lejos de sí, gritó muy fuerte, y exclamando un “Ave María Purísima” se echó a correr por las retorcidas calles empedradas… hasta que la borrachera se le pasó. ¤