Beneficios y peligros de la nueva tecnología que ya es considerada como la cuarta revolución industrial
La inteligencia artificial (IA) es una tecnología que permite a las computadoras imitar habilidades humanas, como el aprendizaje, el razonamiento y la toma de decisiones. La IA tiene aplicaciones prácticas en diversos campos, como el periodismo, el diseño gráfico, el marketing, cine, televisión y comunicaciones, etc. Sin embargo, también plantea desafíos y riesgos para el futuro del trabajo, especialmente para los sectores más vulnerables y los países más pobres.
Según el Foro Económico Mundial, la IA es parte de la “Cuarta Revolución Industrial”, una fusión de los mundos físico, digital y biológico. Esta revolución implica una transformación radical de los procesos productivos y de negocios, que puede generar oportunidades de crecimiento, innovación y desarrollo, pero también puede provocar pérdida de empleos, brecha de habilidades y desigualdad social. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la automatización podría afectar al 56% de los trabajadores en el sudeste asiático, al 46% en Estados Unidos y al 9% en África. Estos datos muestran que la IA tendrá un impacto diferenciado según el nivel de desarrollo, la estructura económica y el grado de preparación de cada país. En principio se estima que los sectores más expuestos a la sustitución por la IA son aquellos que realizan tareas repetitivas, rutinarias y de bajo nivel cognitivo, como la manufactura, la agricultura, el comercio y la administración. Por el contrario, los sectores menos afectados, supuestamente, son aquellos que requieren habilidades creativas, sociales y emocionales, como la educación, la salud, el arte y la cultura.
La inteligencia artificial en el arte
Y enfatizamos el “supuestamente”, porque esto, en realidad, no es tan así. Los nuevos programas de IA con habilidades artísticas son increíbles, ya que en segundos producen dibujos, pinturas artísticas, diseños o bocetos que a un creador humano le llevaría días, semanas o meses, con costo cero o casi cero. Este escenario es especialmente preocupante para los países más pobres del mundo donde actualmente hay millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema, sin acceso a servicios básicos como la salud, la educación, el agua potable y la electricidad. Estas personas no solo carecen de las habilidades necesarias para competir con la IA, sino también de los derechos humanos fundamentales para vivir con dignidad.
En un mundo ideal, justo y equilibrado, los gobiernos, las empresas, las organizaciones internacionales y la sociedad civil actuarían de forma coordinada para garantizar una transición justa e inclusiva hacia la era digital. Esto implicaría promover políticas públicas que fomentaran la inversión en infraestructura tecnológica, la innovación social, la educación de calidad, la formación continua, la protección laboral y la redistribución del ingreso. Pero si eso no sucede actualmente ¿qué o quién garantiza que el mundo será más justo en un futuro próximo gracias a la IA? Nadie.
Un arma de doble filo
En teoría, la inteligencia artificial puede ser una oportunidad o una amenaza para el mundo del trabajo, pero tomando el precedente de las pasadas revoluciones tecnológicas ya se puede vislumbrar un mundo más injusto que el actual. Y los pronósticos no son nada halagüeños Según un estudio del Foro Económico Mundial, hasta 800 millones de puestos de trabajo podrían perderse debido a la automatización para el cercano 2030. ¿Esta es una mirada demasiado sesgada y apocalíptica sobre la IA? No tanto, porque la realidad actual, palpable y visible, demuestra que los peores escenarios apocalípticos de series y películas de ciencia ficción de Hollywood ya son una realidad en países como Sudán del Sur, Yemen o Níger, entre otros, en donde los habitantes sufren una situación de extrema pobreza, violencia, hambre y desesperanza monstruosas.
Veamos:
Sudán del Sur, el país más joven del mundo, padece un conflicto armado que ya lleva décadas y que provocó más de 380.000 muertos, cuatro millones de desplazados y una grave crisis humanitaria, en el que la violencia intercomunitaria, inestabilidad política, corrupción e impunidad prevalecen. Según el Programa Mundial de Alimentos, más del 60 % de la población sufre inseguridad alimentaria y 108.000 personas están en riesgo de hambruna.
Yemen, por su parte, es el país más pobre del mundo árabe y el escenario de la peor crisis humanitaria del planeta, según la ONU. El país lleva años sumido en una guerra civil entre el gobierno apoyado por una coalición liderada por Arabia Saudí y los rebeldes hutíes respaldados por Irán. El conflicto ha causado más de 230.000 muertos, 4 millones de desplazados y 24 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria. Además, el país sufre una grave escasez de alimentos, agua, combustible y medicinas, así como brotes de cólera, malaria y dengue.
Níger es uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo, con un índice de desarrollo humano de 0,394, el más bajo entre 189 países. El país se enfrenta a múltiples desafíos como el crecimiento demográfico acelerado, la desertificación, el cambio climático, la inseguridad alimentaria y la violencia extremista. Pero a pesar de estar en el fondo de la tabla de desarrollo humano, Níger alberga a más de 450.000 refugiados y desplazados internos que huyeron de los conflictos en Mali, Nigeria y Burkina Faso.
Esta es la triste realidad de buena parte del mundo. Y como si esto fuera poco, ahora se sumó la inteligencia artificial. ¤