Editorial • Julio 2022

Es muy llamativo escuchar a los adoradores del dios Libre Mercado protestando a viva voz contra los estratosféricos precios de la nafta por estos días, esos precios que las compañías petroleras fijan de forma tan usurera como los consumidores se lo permiten, y basándose en las reglas… del libre mercado.

Ante el menor indicio de que el gobierno federal pudiese intervenir en el asunto investigando por qué los precios suben sin parar, desde el American Petroleum Institute, la asociación de lobistas de la industria petrolera, salieron ya a agitar los temores del intervencionismo estatal, declarando que “la suba de precios se debe a una mayor demanda de gasolina que supera la oferta a medida que la economía se recupera de la pandemia”. En pocas palabras, oferta y demanda. Otra vez, libre mercado.
Más allá de la recuperación económica, la invasión rusa a Ucrania ha desatado una crisis global en lo que se refiere a suministros de energía, ya que Rusia es el tercer productor mundial de petróleo, y Estados Unidos y la Unión Europea han decretado un cese temporario de la compra de petróleo ruso.
Al cierre de esta edición, el precio promedio del galón de gas superaba los $5 (algo que en California ya venimos sufriendo desde hace tiempo), aunque con la llegada del verano y la intensificación de los viajes, el precio se incrementará.
Más allá de una economía en alza y la invasión rusa, hay claros indicios de que la industria petrolera está aplicando “conductas ilegales” para fijar los precios del combustible. El presidente Joe Biden le ha ordenado el mes pasado a la Federal Trade Commission que investigue si las compañías petroleras están abusando de los consumidores estadounidenses.
“No acepto que los trabajadores estadounidenses paguen más por la gasolina debido a una conducta anticompetitiva o potencialmente ilegal”, expresó Biden. “Por lo tanto, pido que la comisión examine a fondo lo que está sucediendo con los mercados de petróleo y gas, y que utilice todas las herramientas a su disposición si descubre alguna irregularidad”.
El precio del barril de petróleo durante el pasado mes de junio se ha ubicado en $119, el precio más alto desde el 2008. Las dos compañías de petróleo y gasolina más grandes del país, ExxonMobil y Chevron, han duplicado sus ingresos netos durante la pandemia. “La conclusión es esta: los precios de la gasolina en las estaciones de servicio siguen siendo altos, a pesar de que los costos de las compañías de petróleo y gas están disminuyendo”, dijo Biden.
La ley de la oferta y la demanda han sido pilares de las economías capitalistas desde siempre; sin embargo, también debería serlo la intervención del gobierno elegido por el pueblo para controlar que las empresas multinacionales abusen de los consumidores.
Por un lado, especialmente el de muchos políticos republicanos, se propone aumentar la producción local. Pero poner en marcha nuevas operaciones de perforación requiere mucho tiempo y la demanda de energía puede disiparse rápidamente. Las decisiones de inversión que suenan muy jugosas hoy en día, cuando el petróleo se cotiza arriba de los 100 dólares el barril, se tornan desastrosas si cae por debajo de los $40, como sucedió entre el 2014 y principios de 2016, cuando los inversores estadounidenses en energía sufrieron grandes pérdidas.
Otros proponen echar mano a la Reserva Estratégica de Petróleo, que actualmente contiene alrededor de 714 millones de barriles, un efecto inevitablemente temporal, pero que aliviaría la conflictiva situación actual.
A nadie se le escapa, sin embargo, que el principal desafío que enfrenta la actual administración es bajar los precios de la gasolina hoy sin alentar un mayor consumo de combustibles fósiles, una de las metas para contribuir a controlar el cambio climático y la contaminación ambiental.
Mientras tanto, habrá que minimizar el uso del automóvil tanto como se pueda, y por qué no, sacar del más profundo rincón del garage la noble bicicleta que compramos hace años y que terminamos usando cada muerte de obispo.¤