Unas 500 millones de personas alrededor del mundo hablan español. La cifra fue actualizada por el Instituto Cervantes, que en el 2005 la había ubicado en 450 millones. El motor de tal crecimiento no está en España (su cuna) ni en México (el país con más hispanohablantes), sino aquí mismo, en nuestra casa. De hecho, Estados Unidos ya ha superado a España como segundo país con más hispanohablantes, y se espera que para el 2050 desplace a México de lo más alto del podio.
¿Qué es lo que hace del español un idioma con tanto crecimiento en este país? Lo primero que viene a la mente es la constante inmigración de países latinoamericanos y la alta tasa de natalidad entre las familias hispanas locales. Pero el español está creciendo también como segunda lengua, no solo aquí en los Estados Unidos, sino también en Brasil y varios países asiáticos. Millones de personas en todos los continentes están estudiando español.
Como primer idioma, el español ya desplazó al inglés y es solo superado por el mandarín, el que con sus 850 millones de hablantes seguirá lejos ahí arriba por un largo tiempo.
El español es, además, un idioma muy vivo, en constante recambio, en parte gracias a las diferentes modalidades que se hablan en este país, en donde se mezclan expresiones provenientes no solo de cada uno de los países hispanohablantes sino también aquellas que surgen de los barrios latinos locales, muchas adaptadas del inglés. La preocupación de muchos es hallar ese equilibrio entre la preservación de la pureza del lenguaje y la adaptación a las nuevas expresiones que impone cada nueva generación.
No es necesario escribir un Don Quijote o un Cien años de soledad para mantenerlo vivo y vibrante. No es solo tarea de catedráticos y poetas de alta estirpe resaltar su belleza y sonoridad. Es responsabilidad de cada uno de nosotros enriquecernos con las palabras y expresar toda la potencialidad de la lengua en cada conversación, cada día. ¤