Ha terminado la Cumbre de las Américas aquí en Los Angeles, y más allá del fuerte discurso del presidente argentino Alberto Fernández, la sensación que predomina es que su visita para participar en la cumbre sirvió mucho para mejorar las relaciones entre los gobiernos de Argentina y Estados Unidos. ¿Fue así? ¿Sirve para algo? Esta nota trata de analizar las características de la relación.
Lo primero que hay que decir es que cuando hablamos de la relación con Estados Unidos, lo diplomático es solo un aspecto -ni siquiera el más importante- de la relación total. Siempre hay que recordar la relación entre los sectores privados y las poblaciones de los dos países. Estados Unidos ha sido el principal proveedor de productos industriales a la Argentina desde hace casi un siglo, remplazando a Gran Bretaña, y luego de la Segunda Guerra Mundial, los sectores financieros de los dos países empezaron una buena relación también. Como todos sabemos, la moneda norteamericana es parte de la vida argentina. Con la vigorosa expansión del internet en los últimos veinte años, el rol clave de distintas compañías norteamericanas en la vida argentina se ha convertido en un dato de la realidad, no solo en los servicios necesarios para trabajar con una computadora y navegar online. Whatsup, que pertenece a la norteamericana Meta (Facebook), domina las telecomunicaciones en Argentina y es un buen ejemplo.
Otro dato clave que ha cambiado las características de la relación es la creciente cantidad de argentinos que tienen una relación personal con los Estados Unidos. Hablamos de la creciente cantidad de argentinos que viven en Estados Unidos, hoy estimada en 250 mil personas, y que genera viajes en las dos direcciones durante todo el año. Además, muchos argentinos que viven en su país, visitan mucho Estados Unidos como lugar de descanso, estudio, etc.
Hay otro aspecto de la relación que se ha fortalecido mucho en las últimas décadas y que pudimos observar en el caso del avión venezolano estas últimas semanas: la buena relación entre los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad de los distintos países. Son áreas en las cuales los distintos gobiernos argentinos prefieren aceptar la realidad de la superioridad norteamericana, y no ofrecen mucha resistencia, porque se presume que si mañana pasa algo grave en Argentina, en minutos suenan los teléfonos en Washington de los argentinos pidiendo asistencia en las investigaciones.
En el contexto de esta multifacética relación, navegan los distintos gobiernos argentinos, y hoy el de Alberto Fernández. Cuando se celebró la primera cumbre en Miami en 1991, era tan fuerte el dominio político y económico norteamericano que prácticamente ningún país de las Américas quería sacar los pies del plato. A partir del nuevo siglo, el triunfo del poderoso Hugo Chávez en Venezuela, y los problemas norteamericanos con Medio Oriente, marcaron un cambio hacia más rebeldía en la región, que fue coronado durante la Cumbre de Mar del Plata (2005), cuando varios países claves se negaron a colaborar con Estados Unidos en la creación de un espacio regional de libre comercio. El disgusto de los norteamericanos con esa cumbre conflictiva y con el gobierno argentino fue tan grande que durante los dos años que le quedaron a Néstor Kirchner y los ocho años de la presidencia de su esposa Cristina, la presidencia argentina no recibió una sola invitación para visitar Washington de forma oficial. Los viajes de Cristina como presidenta al norte fueron para atender reuniones de grupos internacionales como el G20, las Naciones Unidas, o la invitación aislada de alguna universidad norteamericana. En definitiva, francamente una relación fría durante los años K.
La relación con Estados Unidos mejoró mucho con la llegada de Mauricio Macri al poder. El entonces presidente norteamericano Barack Obama visitó Buenos Aires poco tiempo después, como clara señal de que empezaba una nueva era. Otro hito de los años de Cambiemos en el poder: una muy productiva reunión del G20 en Buenos Aires, que los norteamericanos liderados por Donald Trump aprovecharon para firmar una nueva versión de NAFTA y negociar una tregua comercial con China.
“La relación con Estados Unidos mejoró mucho con la llegada de Mauricio Macri al poder. El entonces presidente norteamericano Barack Obama visitó Buenos Aires poco tiempo después, como clara señal de que empezaba una nueva era”
Y así llegamos a la relación que tenemos hoy. El presidente norteamericano Joe Biden, atacado en muchos frentes internos, está interesado en tener una buena relación con Argentina. Estuvo regalando vacunas, y optando por ignorar muchas cosas que están sucediendo en Argentina y que serían obstáculos para la relación, como el cepo cambiario, el sesgo del gobierno argentino contra el comercio internacional, y el apoyo oficial a Cuba y Venezuela. Por el lado del gobierno argentino, están muy contentos de tener una relación amistosa con “el ala política del gobierno americano” cuando se respetan “las diferencias”. Hoy podemos decir que, gracias a la buena onda y las coincidencias entre Fernández y Biden, la relación es buena. Pero atención a un dato: en los años 90 los argentinos no necesitaban visa para viajar por turismo a Estados Unidos, mientras que hoy hay que esperar meses en Buenos Aires para poder tramitar una visa. Gracias al cepo, las tarjetas de crédito argentinas tienen muchas limitaciones si se quieren usar para comprar un pasaje o en Estados Unidos.
En definitiva, como decíamos, esta relación es mucho más profunda que la buena onda entre dos presidentes. ¤