Algo interesante ocurre los domingos, algo que me cuesta sintetizar en palabras, pero que se ve en las tribunas de cualquier estadio argentino. Tiene un nombre: se llama fútbol, aunque obviamente es mucho más que un balón y un pie: es la euforia y el llanto. Es la tradición y el futuro. Es espectáculo y política. Es un enigma que parte de otro enigma. Los griegos lo llamarían “tragicómico”; los psicoanalistas lo llamarían “un encuentro con lo Real a través de lo imaginario”. Aquí tomaré otro punto de vista: el fútbol como enfermedad mental. Esta neurosis que nos provoca el fútbol estalla los domingos, pero ocurre en tres fases que definiremos a continuación:
Fase I: Antes del partido
Los primeros síntomas pueden pasar desapercibidos fácilmente, ya que la mayoría de nosotros vivimos en California y los yanquis poco conocimiento tienen del futbol y de su enlace con la salud mental. Los expertos en psicología, sin embargo, nos aseguran que puede aparecer la primera indicación de un fallo mental tan pronto como el lunes por la tarde. Las manifestaciones del efecto domingo dependen de la gravedad del estado del paciente, o sea, la posición de su equipo en la tabla. La primera sospecha suele ser una serie de llamadas telefónicas a larga distancia para felicitar o burlarse de otros “hinchas” (término médico que designa al sujeto), acompañado por exceso de horas pronosticando resultados y discutiendo con otros enfermos en internet.
Sintomatología: Grandiosidad, verborragia, confusión de la realidad con la fantasía, delirios.
Fase II: El partido
El día del partido empieza con las particulares compulsiones del sujeto. Dos o tres horas antes del partido, el sujeto ya está con la cabeza en el refrigerador buscando comidas especiales para consumir durante el partido, un acto diseñado obsesivamente para prevenir la excesiva decepción o aburrimiento que puede provocar la indeterminación del fútbol. Los noventa minutos están sobrecargados con toda la emoción que el sujeto se traga durante la semana. Sobre esta cuestión, los psicólogos se dividen entre los defensores del punto de vista de que todo es una especie de demencia temporal, y los partidarios de la teoría que dice que es más como un trastorno de personalidad múltiple.
Sintomatología: Embrutecimiento, histeria, (falta de) hambre/sed excesiva, fobias y compulsiones obsesivas.
Fase III: El pos-partido
Se manifiestan diversos síntomas durante esta etapa y son completamente dependientes del resultado. Un marcador negativo puede resultar en un aislamiento social y distanciamiento de seres queridos. Al contrario, una victoria fortalece los aspectos eufóricos de la enfermedad, y por eso, claro, los equipos con más hinchas son también los más ganadores. Podemos imaginarnos que las instituciones más grandes del fútbol, como Boca y River, son como las corporaciones farmacéuticas que proveen al consumidor un alivio superficial, pero barato y accesible.
Sintomatología: Depresión, obsesión irracional (fanatismo), ira, euforia, etc.
Dicen que los ingleses inventaron el fútbol y los argentinos el amor al fútbol. Es una frase cliché y equivocada. Lo que inventó el argentino es la enfermedad del fútbol. Una neurosis que se apodera de nosotros y nos nubla el juicio. Se ve en las tribunas de cualquier estadio argentino. No tiene remedio. ¤