Los libros salvados dos veces: Del nazismo y del atentado a la AMIA

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Hace veinte años, el lunes 18 de julio de 1994 se produjo el atentado terrorista más sangriento de la historia argentina, que a su vez es el atentado antisemita más cruento desde la Segunda Guerra Mundial. Este hecho se conoce nacional e internacionalmente como el “Atentado a la AMIA” (Asociación Mutual Israelita Argentina) por motivos de simplicidad semántica.

Por esta razón, la mayoría de la población desconoce que en ese mismo edificio funcionaban, además de la AMIA, otras dos instituciones judías: la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina) y la Fundación IWO (Idisher Visnshaftlejer Institut) - Instituto Judío de Investigaciones. Si bien estas instituciones eran independientes entre sí, las tres padecieron las consecuencias devastadoras del atentado terrorista. La Fundación IWO es una organización cultural sin fines de lucro cuya misión es investigar, difundir y conservar materiales documentales relativos a la historia, la cultura y los lenguajes del pueblo judío que desde 1928, preserva y difunde la cultura judía en Argentina para el estudio y la investigación. El IWO funcionaba en el 3er y 4to piso del edificio de la AMIA desde el año 1945  atesorando miles de libros, pinturas, colecciones de arte, afiches y discos, así como piezas únicas en Judaica y testimonios de lo acaecido durante el Holocausto y la Resistencia Judía en la Segunda Guerra Mundial.
Después del atentado de julio de 1994, 800 jóvenes voluntarios judíos y no judíos, argentinos y extranjeros (entre otros de Estados Unidos, India, Israel, Perú, Costa Rica y Corea del Sur) se presentaron con el noble objetivo de recuperar el patrimonio cultural del IWO de entre los escombros.
Todos trabajaron anónimamente, porque no quedaron registros de sus nombres. Lo hicieron con el objetivo de recuperar el patrimonio cultural de la Fundación IWO de entre los escombros. Este rescate cultural, el más importante de la historia latinoamericana, fue una tarea monumental y peligrosa porque los jóvenes tuvieron que moverse en un medio hostil lleno de escombros, hierros, vidrios, elementos punzantes y donde siempre existía la posibilidad de nuevos derrumbes. Además, permanentemente recibían llamados anónimos amenazantes. Pero esto no impidió que los voluntarios trabajaran durante meses, con frío y lluvia, poniendo en riesgo su salud física y mental. Ningún obstáculo era suficiente para desalentarlos. Ellos querían recuperar todo lo posible antes de que la lluvia, el polvo y los derrumbes destruyera lo atesorado durante siglos. Lo hicieron convencidos de que no solo era una cuestión de libros. Era una cuestión de historia.
Gracias a su esfuerzo y voluntad los jóvenes lograron rescatar de entre los escombros lo que en un principio parecía imposible: 60.000 libros, 32.000 periódicos y revistas de todo el mundo en varios idiomas, 9.000 fotografías, 2.100 discos de vinilo —entre los que estaban los primeros tangos en idish— 700 afiches de cine y teatro, algunos de cien años de antigüedad, 120 pinturas, 38 estatuas y 17 instrumentos musicales de gran valor histórico. Todo esto se logró luego de varios meses de intenso trabajo solidario, en perfecta armonía y coordinación.
Dado que casi todos los jóvenes voluntarios que participaron del rescate nunca habían estado en el IWO, no sabían a qué se dedicaba la institución.
Los que despertaron su mayor interés fueron los libros que tenían pegados stampings con una estrella de David y la leyenda “Jewish cultural reconstruction”. Cuando los miembros del IWO les contaron su historia conmovedora, los voluntarios, emocionados, los llamaron “Los libros salvados dos veces”. Porque primero sobrevivieron a la destrucción del nazismo y después del atentado fueron rescatados de entre los escombros de Pasteur 633. 

El IWO funcionaba en el 3er y 4to piso del edificio de la AMIA desde el año 1945  atesorando miles de libros, pinturas, colecciones de arte, afiches y discos, así como piezas únicas en Judaica y testimonios de lo acaecido durante el Holocausto y la Resistencia Judía en la Segunda Guerra Mundial.

 Todo comenzó durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando los nazis ocuparon el IWO de Vilna, Lituania, en junio de 1941, el Dr. Gotthardt y el Dr. Pohl, jerarcas de la Einsatzstab Reichsleiter Alfred Rosenberg* tenían órdenes de saquear libros raros, incunables y documentos valiosos de la cultura judía atesorada durante siglos. Su propósito era enviarlos al “Institut zur Erforschung der Judenfrage” (Instituto para el Estudio de La Cuestión judía) en Frankfurt, Alemania, un archivo-museo donde se exhibirían a las nuevas generaciones nazis (del Reich de los mil años) los restos de la extinta cultura judía, la misma que ellos estaban aniquilando. El IWO de Vilna fue la institución madre que dio origen al IWO argentino y al IWO de New York.
Los fanáticos nazis de la Einsatzstab Rosenberg cuando se apoderaron del IWO de Vilna quedaron abrumados. Como era el centro de cultura judía más importante del mundo, albergaba decenas de miles de libros raros, manuscritos valiosos y artefactos milenarios. Ante ese monumental patrimonio cultural, los nazis reclutaron a un grupo de eruditos judíos para que se encargaran de separar los libros y documentos más valiosos e importantes. Arbitrariamente decidieron que el 30% del patrimonio del IWO “viviría” en el museo de Frankfurt mientras que el 70% “moriría” en fábricas de papel donde serían destruidos para ser reciclados.

Ante ese monumental patrimonio cultural, los nazis reclutaron a un grupo de eruditos judíos para que se encargaran de separar los libros y documentos más valiosos e importantes.

En marzo de 1942 los poetas A. Sutzkever y S.Kaczerginski fueron reclutados junto a 40 eruditos, para seleccionar el material que sería llevado al museo de Alemania. En esa angustiosa selección, Sutzkever se percató de los paralelos existente entre las operaciones de la Gestapo y la Einsatzstab Rosenberg, porque mientras una allanaba casas en busca de judíos la otra hacia lo mismo… pero buscando cultura judía. El paralelismo era mayor porque así como los nazis enviaron a la muerte a muchos no-judíos, la Einsatzstab Rosenberg hizo lo mismo destruyendo bibliotecas no judías como la Biblioteca del Museo Polaco, la de la Sociedad de Amigos de la Ciencia, la Thomas Zohn, la de la Iglesia Evangélica y varias más.
Como el volumen de libros y documentos a seleccionar era monumental, y la tarea muy larga y ardua, con el tiempo los nazis fueron delegando el control sobre los intelectuales judíos en manos de guardias no alemanes (como polacos o lituanos). Gracias a esto, los intelectuales encargados de la selección del material del IWO pudieron contrabandear los documentos, manuscritos y libros religiosos más valiosos para su preservación. Dado que los llevaban escondidos entre sus ropas para llevarlos a lugares seguros, lejos de los nazis, fueron llamados despectivamente “La Brigada de papel” por los guardias no alemanes del Gueto de Vilna.

Gracias a esto los intelectuales encargados de la selección del material del IWO pudieron contrabandear los documentos, manuscritos y libros religiosos más valiosos para su preservación. Dado que los llevaban escondidos entre sus ropas para llevarlos a lugares seguros, lejos de los nazis, fueron llamados despectivamente “La Brigada de papel”

Mientras el resto de las víctimas contrabandeaban comida, ropa, armas o medicamentos, ellos solo llevaban libros y documentos: solo papel. Sin embargo, esa era una tarea muy peligrosa, porque cada vez que los nazis descubrían a los miembros de “La Brigada de papel” contrabandeando libros, documentos o pinturas, los golpeaban salvajemente o directamente los mataban. Cuando finalizó la ocupación nazi los integrantes de la “Brigada de papel” volvieron a Vilna para rescatar lo que habían ocultado de la Einsatzstab Rosenberg, pero como muchos edificios fueron destruidos por bombardeos se perdió mucho material, y también porque las personas que los ocultaron fueron asesinadas por los nazis días antes de su retirada.
Una parte del material recuperado fue enviado al IWO de Buenos Aires, porque los aliados pensaron que aquí estarían a salvo. El atentado de 1994 demostró lo contrario. Afortunadamente los ochocientos jóvenes voluntarios pudieron rescatarlos de entre los escombros nuevamente.

Actualmente se pueden consultar “los libros salvados dos veces” gracias a que fueron rescatados por esos jóvenes que conformaron la “Segunda brigada de papel”

* La traducción al español sería: “Grupo especial de tareas del líder del Reich (Alfred) Rosenberg ¤

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