Pocos entienden bien de qué se trata, pero la expresión “fondos buitre” está en boca de millones de argentinos. Por supuesto, nada conocido con el nombre de “buitre” puede resultar bueno, por eso todos saben que los fondos buitre son algo malo. Carroñeros, oportunistas, feos. Como los bichos esos de cabeza pelada, pico poderoso y plumas de un color opaco indefinido.
Sin embargo, hay algo que confunde a los opositores implacables, esos que se oponen al gobierno más allá de lo que haga: el gobierno parece estar encarnizadamente enfrentado con los buitres... ¿puede ser que ambos sean malos, como en una pelea entre hienas y serpientes venenosas? ¡¿No se podrá encontrar algo de razón, un atisbo de bondad o ética en los fondos buitres?! Algo habremos hecho para merecer esto.
En pocas palabras, la cosa parece girar alrededor de la negociación de la deuda argentina; le queremos pagar a los bonistas que aceptaron voluntariamente las condiciones del canje propuesto en el 2005 y 2010, quienes representan un 93% de los acreedores, y no a los fondos especulativos que compraron títulos de deuda sabiendo que la Argentina del 2001 se encaminaba al cataclismo financiero. El buitre mayor se llama NML Capital, está comandado por un tal Paul Singer y litiga en la corte estadounidense para que Argentina les pague el 100% de la deuda.
Nace una estrella
En todo este entrevero de los Fondos Buitre, no ha sido el ministro de Economía Axel Kicillof, ni el vocero de un holding multinacional quien se ha erigido como la megaestrella de este drama macroeconómico, sino un hasta ahora más bien anónimo juez de Nueva York. Mezcla de Stephen Hawking y Don Corleone, el juez Thomas Griesa parece estar del lado de los buitres, ya que cada uno de sus fallos es celebrado por los banqueros y condenado por los funcionarios argentinos. La gente no sabe qué falla, pero falla en contra nuestro. Eso es seguro.
Al cierre de esta edición, Kicillof viajaba a Nueva York, Griesa ordenaba que continúe la negociación con los fondos buitre y le exigía al Banco de Nueva York que se los devuelva al país y el Índice Merval en la Bolsa de Comercio porteña cerraba en caída.
Y que conste que por una cuestión de cábala no vamos a mencionar ni una palabra acerca de ningún evento deportivo actualmente disputándose en el país sudamericano de la caipirinha y la samba. Ya habrá tiempo de levantar los brazos con euforia o apretar los dientes de bronca en nuestro número de agosto. ¤