Hijo de la Pampa y la cultura gaucha
El criollo desciende de los primeros caballos importados por los conquistadores españoles en el siglo XVI, quienes luego de introducirlos abandonaron el lugar. Los caballos se esparcieron por las tierras locales adaptándose a su nuevo entorno, volviéndose más robustos y resistentes. Los indios y los gauchos se adaptaron a sus movimientos para cazar o trabajar con el ganado.
Amigo fiel y compañero, el caballo criollo es tranquilo, robusto, enérgico y ágil. También son famosos por su resistencia y longevidad.
El caballo criollo llama la atención. Es bello, dotado de un físico harmónico, sólido y atlético, de una musculatura saliente, de una mirada orgullosa e independiente disimulada debajo de un espeso tupé, con crin y cola abundante. La naturaleza le dio todos los pelajes que pudo imaginar. Se desprende de este animal una real impresión de potencia y nobleza, de las que fomentan los sueños de los niños y los fantasmas de jinetes.
Mirarlo y acercarse a él es querer ser parte de su universo... Montarlo es sentir y entender de dónde viene y quién es: un caballo guerrero que ha vuelto a la libertad al mismo tiempo que se creaban y desarrollaban las naciones del sur. En efecto, el caballo criollo hizo posible el desarrollo de una cultura, la de la pampa, y formó parte indispensable de la vida de hombres libres e independientes, los gauchos, con quienes se ha modelado.
Su fuerza tranquila y generosa, su energía ardiente y dócil, hacen del caballo criollo un trabajador intrépido, dedicado e infatigable, un compañero de todos los caminos y un atleta emérito. ¤