Por lo menos así… lo veía él
El excéntrico polemista de la eterna boquilla e histrionismo daliano
Arquero de fútbol, árbitro, periodista, y, por sobre todas las profesiones, excéntrico. Guillermo Nimo vivió cada una de sus reencarnaciones con la misma actitud de divo “exceccional”, como a él mismo le gustaba decir. Jamás pareció tomarse en serio nada de lo que hacía. Como arquero nunca llegó a triunfar, dado que, según él mismo confesó, le gustaba mucho la noche y llegaba a los partidos sin dormir. Tal vez era nomás que no tenía el talento necesario para calzarse los guantes bajo los tres palos, o quizás ambas cosas.
Su carrera de árbitro tampoco duró mucho; un día los espectadores atónitos lo vieron aparecer vestido de Pantera Rosa. Se lo conoció como el árbitro menos “tarjetero” de los campeonatos argentinos; su labor fue muy criticada cuando, en un partido definitorio entre Vélez Sársfield y River Plate, no cobró una clarísima mano de un jugador velezano en su área, lo que le permitió al cuadro del Fortín empatar 1 a 1 con los millonarios y consagrarse campeón por primera vez en su historia. Nimo fue luego expulsado del Círculo Deportivo Argentino por sus excesivas muestras histriónicas durante los partidos y porque, la verdad, ya nadie lo tomaba en serio.
El paso hacia el campo del espectáculo estaba marcado. Las luces y la atención de la gente lo apasionaban; frente a las cámaras podía expresar su verdadero yo. Podríamos decir que Nimo se había transformado en un Salvador Dalí del fútbol, puro histrionismo y aires de divo.
En la TV se destacó en La noche del domingo, de Gerardo Sofovich, en donde patentó su famosa frase “Por lo menos así lo veo yo”, y luego en Polémica en el fútbol, en donde fue instigador de incontables discusiones.
A mediados de los 90, ya trasformado en un ícono de la estética bizarra, participó cantando el coro del himno fiestero La Guitarra, de Los Auténticos Decadentes, apareciendo además en el video de la canción.
Quizás pensó, como tantos otros, que la boquilla lo protegería de la nicotina que consumía incesantemente desde los 17 años, pero, como tantos otros, no percibió que era al revés, que la nicotina lo consumía a él. Guillermo Nimo descansa desde hace ya casi una década en el cementerio de la Chacarita, donde, de vez en cuando, alguno que lo recuerda le deja ahí al lado una boquilla, o un poco de tabaco para que no se sienta olvidado.¤