En mayo de 1812 el general Manuel Belgrano, que comandaba el ejército del Norte, estableció en la ciudad de Jujuy su cuartel general.
Ahí se enteró del avance de un numeroso ejército realista, por lo que reclamó al gobierno de Buenos Aires, los refuerzos necesarios para resistir, pero no obtuvo nada, pues el Primer Triunvirato estaba dedicado principalmente a vencer a los realistas fortificados en Montevideo.
También llegaban a la zona los derrotados en la batalla de Huaqui, 800 soldados, sin armas, con paludismo y por supuesto desmoralizados. O sea que Belgrano tuvo que rearmarlos, restablecer la disciplina y dar ánimo a la población.
Para acrecentar el fervor patriótico del pueblo, hizo bendecir la bandera que él había creado en la Catedral, sin saber que el Primer Triunvirato la había rechazado, puesto que su uso significaba un claro signo de independencia para los triunviros que aún no deseaban abandonar la máscara de Fernando VII.
El Triunvirato, en vez de enviar refuerzos, a través de su ministro Bernardino Rivadavia ordenó la retirada del ejército hacia Córdoba. Consideraban los triunviros imposible resistir al ejército del Brigadier Juan Pío Tristán que avanzaba después de haber recibido refuerzos en Suipacha, lo que elevaba su dotación a 4000 hombres.
La intención del Triunvirato era retroceder hacia Córdoba, donde a las tropas de Belgrano se unirían fuerzas procedentes de la región rioplatense.
Ni siquiera el llamado a las armas de todos los ciudadanos entre 16 y 35 años y la formación de un cuerpo especial de caballería a las órdenes del valiente Eustaquio Díaz Vélez permitían a Belgrano oponer una eficaz resistencia.
El ejército español se presentó con 3000 soldados comandados por Pío Tristán. Como respuesta, el 29 de Julio de 1812 Belgrano publicó un bando que disponía la retirada:
“Pueblo jujeño. La patria reclama un gran sacrificio, abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados y arriar a los animales. A los ojos del invasor español solo debe quedar tierra arrasada”.
“Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincia Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud, Llegó pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando como aseguráis querer ser libres”. ¤