En Montevideo existía una base naval que servía de asiento a la flota naval de España en la costa Atlántica de América. La Junta Revolucionaria de Buenos Aires dispuso crear una flotilla para disputarle el dominio de los ríos. Le encargaron al salteño Francisco de Gurruchaga, nombrado vocal de marina, poner en pie de guerra una escuadra naval. Gurruchaga adquirió a particulares una goleta, un bergantín y una balandra a las que llamó "Invencible", " 25 de Mayo" y "América", respectivamente. La mayoría de la tripulación fue alistada con extranjeros.
El mando fue dado al antiguo corsario de origen maltés Juan Bautista Azopardo.
Mientras tanto, el pequeño ejército comandado por Manuel Belgrano, después de la derrota de Paraguarí, se había batido en retirada. La Junta de Buenos Aires decidió atender el pedido de refuerzos hecho por aquél y encomendó a Azopardo transportarlos por vía fluvial. Éste partió con la "Invencible". Hipólito Bouchard lo siguió con la "25 de Mayo", mientras que el "América" estuvo a cargo del francés Abel Hurbac.
Los realistas de Montevideo se enteraron de este plan y destacaron una flotilla para interceptarlos. La misión fue confiada al hábil marino Jacinto de Romarate quien pudo contar con siete navíos de calidad superior y con una tripulación más experimentada.
Al llegar Azopardo a la altura de San Nicolás avistó a los realistas y decidió presentar combate. La batalla se entabló el 11 de marzo de 1811. Los barcos patriotas resistieron, pero en un segundo ataque los realistas ametrallaron a la "Invencible".
A su vez el "América" recibió varios impactos que le abrieron rumbo en la proa y fue abandonado. Concentrados contra el "25 de Mayo", al cual intentaron abordar, los inexpertos tripulantes fueron presa de pánico y abandonaron también al buque. Los realistas se acercaron a la "Invencible", a la que abordaron. Los tripulantes lucharon por dos horas hasta que la situación fue insostenible.
La derrota ocasionó la destrucción de la fuerza naval patriota y el dominio de los ríos pasó a la flota realista. Los refuerzos para Belgrano, por supuesto, no llegaron a destino.
Días después, el ejército de éste fue atacado en lo que se llamó la batalla de Tacuarí, al sur del Paraguay. Las tropas paraguayas estaban al mando del coronel Manuel Atanasio Cabañas. Las fuerzas paraguayas totalizaban 1.400 hombres y contaban con 10 piezas de artillería.
El 9 de marzo, los paraguayos atacaron de frente a las fuerzas de Belgrano, que se hizo fuerte detrás del río Tacuarí obligando a aquellos a cruzar el río bajo fuego enemigo. Cabañas dejó una parte de sus fuerzas, incluida la artillería, en esa posición y avanzó por una picada a través de la selva para atacar de costado al ejército revolucionario. El coronel José Machain se desplazó hacia el costado pero fue rodeado por la caballería paraguaya y obligado a rendirse.
Entonces Belgrano también dejó unos pocos hombres en su posición defensiva y marchó en ayuda de Machain. Al mando de los defensores quedó el mayor Celestino Vidal, que quedó casi ciego por un cañonazo; sin embargo, logró parar a los atacantes usando como lazarillo a un niño, tambor del ejército. Éste siguió tocando, animando a los soldados y trasmitiendo las órdenes de su jefe, hasta que fue alcanzado por el fuego enemigo cayendo muerto. Este niño correntino, conocido hoy como el "Tambor de Tacuarí, de nombre Pedro Ríos, se convertiría con el tiempo en una leyenda militar.
Belgrano se negó a rendirse ante el requerimiento de Cabañas y se mantuvo en una firme resistencia que obligó a los paraguayos a detener su avance. Rápidamente Belgrano retrocedió con lo que le quedaba de su ejército hasta una loma cercana. De allí envió una comunicación a Cabañas, en la que le decía que las armas de Buenos Aires habían venido a auxiliar y no a conquistar el Paraguay. Pero, puesto que rechazan con la fuerza a sus libertadores, ha resuelto evacuar la provincia repasando el Paraná con el ejército a su mando.
Cabañas tomó esta comunicación como un pedido de armisticio y conminó a Belgrano para que con su ejército, en el perentorio término de un día, abandonara la provincia.
Cabe destacar que dos meses después, el 14 de mayo, la prédica revolucionaria de Manuel Belgrano durante las conversaciones para el armisticio surtió efecto, ya que un movimiento contrario a los realistas y al gobernador Velasco depuso a éste, nombrando en su lugar a una Junta de Gobierno.
Mientras tanto, en alta mar, en el transcurso de una penosa navegación, Mariano Moreno enfermó de cuidado y después de tres días de sufrimientos falleció el 4 de marzo, siendo su cuerpo arrojado al océano.
Algunos documentos de la época y las afirmaciones de Manuel Moreno, que comparó la muerte de su hermano con la de Sócrates, dieron a pensar que el joven secretario había sido asesinado. El historiador Ricardo Levene negó la versión y sostuvo que Mariano Moreno embarcó enfermo del estómago y con una profunda depresión espiritual. Una excesiva dosis de antimonio tartarizado suministrado al paciente por el capitán del barco habría producido el deceso. ©