En la Argentina, como en todos los países del mundo, están sucediendo cosas buenas y malas. Lo inédito de la situación actual es que todo sucede a la vista... por supuesto, de quien quiera ver.
Como ya hemos mencionado en números anteriores de El Suplemento, la realidad indica, objetivamente, que nunca existió tanta libertad de prensa como en estos momentos.
Hoy día cada ciudadano argentino cuenta con posibilidades casi infinitas de informarse de lo que sucede en el país a través de diarios, revistas, televisión, radio, Internet, etc.
Es obvio que en este año electoral cada uno de los medios de comunicación arrima agua para su molino y defiende posiciones bien definidas, ostensiblemente a veces, y entre líneas otras.
En el extremo de la oposición se encuentra el poderoso grupo Clarín. Un verdadero Goliat de los medios de comunicación en todos sus rubros. Este grupo es de tal envergadura que los funcionarios del gobierno no dudan de calificarlo como “el monopolio”. Una exageración… a medias. Porque si bien es cierto que Clarín no es un verdadero monopolio, dado que coexiste con decenas de diarios, revistas y canales de televisión, la verdad es que es por lejos el de mayor influencia.
En el otro extremo se encuentra el programa ultrakirchnerista titulado “6, 7, 8” que se emite a todo el país por medio de Canal 7.
Así planteadas las cosas, cada hecho de la realidad se difunde de acuerdo al color del medio que lo transmite. En blanco o negro. Boca o River.
Un ejemplo: las autoridades españolas incautaron en Barcelona un cargamento de casi una tonelada de cocaína de máxima pureza en un avión privado de altísima gama piloteado por los hermanos Eduardo y Gustavo Juliá y Matías Miret (hijos y parientes de miembros encumbrados de la Fuerza Aérea), que partió de Buenos Aires y se reabasteció de combustible en Cabo Verde, África. Por supuesto que varios funcionarios argentinos se apresuraron a decir que la cocaína fue cargada en el aeropuerto de Sal de Cabo Verde, donde estuvo sólo 40 minutos, mientras que para el resto del mundo la droga fue cargada en la Argentina.
Poco a poco los medios opositores empezaron a difundir que los hermanos Juliá y Miret entraban y salían de distintos aeropuertos argentinos como si fueran los dueños. Lugares sensibles, si los hay, donde nadie los controlaba, nadie les pedía explicaciones, nadie veía nada, a pesar de que todo estaba a la vista. Como el enorme avión Challenger 604, matrícula estadounidense N600AM, de los cuales hay sólo dos en el país.
A través de los medios, los argentinos actualmente se pueden enterar de los entretelones más secretos de todo tipo de delitos. Las coimas que reciben funcionarios de todo tipo y pelaje, las irregularidades en los manejos de los fondos públicos, la utilización para uso personal de propiedad estatal, negociados, fraudes, estafas, crímenes.
Todo está a la vista. Pero lo triste es que nadie hace nada para mejorar, investigar, evitar o castigar a los delincuentes.
En piloto automático, el país está derrapando hacia el cuarto mundo. Cada día aparecen noticias donde militares y/o policías y/o políticos y/o jueces y/o empresarios están involucrados en tráfico de drogas, negociados, fraudes, crímenes, trata de personas…
Lo curioso, otra vez, es que todo sucede a la vista.
Mientras tanto, millones de argentinos resignados se dedican a trabajar honestamente para mejorar nuestro país, a pesar de que el andamiaje de corrupción es infinito y día a día se nutre de nuevos miembros, como en casi todos los países del mundo.
Un viejo dicho afirma que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Por eso será que cada día menos argentinos quieren enterarse de lo que sucede. Y no quieren saber. Seguramente para no sufrir.
Sin embargo, repetimos, la mayor parte de la población sigue esforzándose para lograr una vida mejor. Se ven buenas acciones, solidaridad, esperanza.
No todo es tan negativo y oscuro.
Las buenas acciones también se pueden apreciar… porque también están a la vista, para quien quiera verlas.©