Nunca hubo tanta libertad de prensa en la Argentina. Más allá de quejas puntuales de algunos colegas que manifiestan ser censurados, la verdad es que actualmente los periodistas pueden expresarse libremente. Tienen a su disposición infinidad de plataformas para decir lo que se les ocurra: diarios, revistas, televisión, radio, Internet, redes sociales, etc.
La tecnología de estos tiempos derrumba muros y mordazas. La “primavera árabe” lo demostró con creces. El problema es que gracias a la gran libertad de prensa se pueden conocer hechos inquietantes. Por ejemplo, que la Argentina se encuentra, ideológicamente, fracturada. Una significativa parte de la sociedad se encuentra dividida, enfrentada. Hay dos bandos fanatizados, claramente reconocibles. En uno militan los que están de acuerdo con las políticas instrumentadas por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner; para ellos está todo bien. Para sus opositores, por el contrario, está todo mal.
Dentro de estas facciones no hay matices. No existen los términos medios. La imprescindible escala de grises de un país democrático brilla por su ausencia. Millones de argentinos actúan de acuerdo a una visión maniquea de la realidad. Para ellos, todo se reduce a conceptos primarios: Bueno o malo. Blanco o negro. Donde se es “K” o “anti-K”.
Estos dos bandos se enfrentan sin mayores inconvenientes porque la gran mayoría de la población optó por mantenerse al margen. Millones decidieron convertirse en testigos mudos, observadores indiferentes. Son los que, por propia voluntad, decidieron cerrar los ojos y taparse los oídos para no enterarse de lo que sucede. Se aislaron, prefirieron vivir en la ignorancia quizás por aquello de que “ojos que no ven corazón que no siente”. Y razón no les falta, ya que el estar bien informado en la Argentina es algo peligroso para la salud.
“El libro “El estrés informativo”, realizado en 2005 conjuntamente por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), su Obra Social (OSTPBA) y la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) advertía que un exceso de información produce daños a la salud física y mental de los periodistas y trabajadores de prensa. A varios años de ese informe, la situación empeoró”.
Porque ahora, más que nunca, las penurias de un país fracturado se desarrollan a la vista de todos, sin que nadie pueda hacer absolutamente nada para atenuarlas, modificarlas o evitarlas.
La impunidad y la corrupción se han apropiado de espíritus y cuerpos. De tantos, que la Argentina se ha convertido en un perfecto país del tercer mundo. En lenguaje vulgar: una republiqueta en donde todo es joda.
Un ejemplo de ello es la vergonzosa expropiación de la ex Ciccone, una empresa dedicada a imprimir, entre otras cosas, papel moneda (que para colmo hacen mal). Lo extraordinario del caso es que senadores y diputados aprobaron la ley sin que se sepa quiénes son los dueños de la planta impresora. Lo único que trascendió es que se trata de una misteriosa sociedad fantasma llamada “The old fund”. Posiblemente sea el único caso en el mundo donde un gobierno expropió una empresa sin dueños conocidos, aunque todos los argentinos saben que esta maniobra se llevó a cabo únicamente para salvaguardar a Amado Boudou, quien es, nada más ni nada menos, el vicepresidente de la Nación.
Este hecho es conocido por todos los habitantes del país. Nadie puede hacerse el distraído, porque los medios más importantes, opositores al gobierno, desde hace meses machacan día y noche con noticias que involucran a Boudou en un millonario negociado relacionado con esa imprenta.
Otras de las cosas surrealistas de nuestro “amado” país suceden luego de que se cometen asesinatos en ocasión de robo. A horas de producidos, multitudes de ciudadanos salen a clamar por “seguridad y justicia”. Ese comportamiento es extraño y sucede porque los manifestantes no deben estar lo suficientemente informados. De estarlo, ni siquiera se molestarían en salir de sus casas.
¿Acaso los que reclaman no saben cómo funciona el sistema judicial del país? ¿Por qué no aprenden del vicepresidente?
Cuando a Amado Boudou lo acusaron de estar involucrado en el caso Ciccone hizo apartar al fiscal de la causa Carlos Rívolo, al juez federal Daniel Rafecas y renunciar al procurador general de la Nación Esteban Righi. Y para eliminar el problema de raíz, hizo expropiar la empresa.
¿Pero cómo es posible que sucediera algo así?
Sencillamente, merced a los grandes méritos políticos de la presidenta, que es una líder brillante. En la última elección ella decidió que Boudou fuera su compañero de fórmula y luego de que estallara el escándalo Ciccone ordenó protegerlo, blindarlo.
Como era de esperar, los representantes del pueblo, obedientes y sumisos, así lo hicieron. Todo por una buena razón. Cristina es la dirigente más poderosa desde la restauración de la democracia. A través de su método de gestión, extremadamente personalista y autoritario, hace y deshace a piacere, sin rendir cuentas a nadie, y esto es posible porque no hay nadie dentro del peronismo ni en la oposición que le llegue a los talones. Literalmente es la única dirigente de verdad en el país. Todos los demás políticos están dibujados. No existen.
La presidenta fue elegida por una abrumadora cantidad de votos y es la representante legítima de los ciudadanos argentinos. Por lo menos hasta el 2015.
¡Ella es el Estado!, diría sabiamente Luis XIV. ¤