Bienvenidos, estimados amigos, a un 2025 que se propone sumamente tumultuoso alrededor del mundo.
Habrá que abrocharse los cinturones de seguridad, abrir bien los ojos, y prepararse para frenar o acelerar en cada esquina, ya que el tráfico se volverá caótico y no nos dará respiro.
Para bien o para mal, el mundo se encuentra en una encrucijada de profundas transformaciones políticas, económicas y geopolíticas. Las tendencias clave que darán forma al futuro cercano incluyen el cambiante panorama político en Estados Unidos, la creciente alianza estratégica entre Rusia, China e Irán, que plantea nuevos desafíos a las democracias occidentales, como así también las guerras y conflictos en el Medio Oriente y en algunos países de Latinoamérica. No hay dudas que estas dinámicas prometen remodelar el orden global de maneras que repercutirán para todos nosotros en los años venideros. Y a todo esto se le suma lo que se nos ocurre como el hecho más global y significativo, que se esconde detrás del tumulto político contemporáneo: la consolidación de la riqueza y la influencia entre unos pocos multimillonarios, sobre todo aquí en Estados Unidos.
Tras una temporada electoral movidita que apenas dejamos atrás, nuestra nación se enfrenta a una mayor polarización y a dudas en torno a la resiliencia de sus instituciones democráticas. Tal vez por primera vez en la historia, debemos cuestionarnos qué tan sólidas son las bases democráticas estadounidenses, y si -algo que parecía impensado hasta no hace mucho- la nación podría seguir los pasos de otras experiencias autocráticas como las que señalábamos en nuestra editorial del mes pasado.
El panorama político del país ha estado marcado por el surgimiento de facciones más radicales dentro de los dos partidos principales. Por un lado, los movimientos progresistas continúan impulsando políticas transformadoras que aborden el cambio climático, la desigualdad de ingresos y la reforma del sistema de salud, hasta ahora sin demasiado éxito. Por el otro, en la nueva derecha los sentimientos populistas y nacionalistas son cada vez más notorios, enfatizando el estricto control de la inmigración, la oposición al aborto y el regreso a un estatus quo similar al que se vivía en la década del 50.
Con esta división, los gobiernos estatales están desempeñando papeles cada vez más importantes en la formulación de políticas, mientras persiste el estancamiento en Washington. Las administraciones federales de ambos partidos se muestran incompetentes para abordar la desigualdad económica, la disrupción tecnológica y los impactos del cambio climático, entre otros asuntos que afectan a todo el pueblo estadounidense. En muchos casos, no es que no lo puedan hacer, sino que este es en definitiva el modelo que fomentan: mantener la excesiva riqueza en sus manos mientras que el resto de la población ve caer su nivel de vida, gradual, pero consistentemente.
Una característica definitoria de la economía global en 2025 es el creciente dominio de los multimillonarios y la correspondiente erosión de la clase media. La pandemia de COVID-19 aceleró tendencias que han permitido a los ultrarricos amasar fortunas sin precedentes, particularmente en los sectores de tecnología, finanzas y comercio electrónico. Hoy en día, un pequeño grupo de individuos ejerce más poder económico que el de varios países del primer mundo juntos.
Esta concentración de riqueza tiene profundas implicaciones para la democracia y la estabilidad social. Los multimillonarios no son sólo actores económicos sino también personas cada vez más influyentes en la política. Sus inversiones en medios de comunicación, plataformas sociales y campañas políticas han cambiado el equilibrio de poder, priorizando a menudo los intereses corporativos sobre el bienestar público. Y para peor, algunos, como el fundador de Tesla y Space X, el sudafricano Elon Musk, ya se han instalado en el mismísimo gobierno en puestos clave para el país. En el caso de Musk, pagó más dinero por la otrora red social del pajarito que por su puesto de gran influencia en el gabinete de la administración entrante.
Mientras tanto, la clase media, que alguna vez fue la columna vertebral de las sociedades democráticas, especialmente la nuestra, continúa reduciéndose. Los salarios estancados, el aumento de los costos de la vivienda y la economía informal han dejado a muchos trabajadores luchando por mantener su nivel de vida. La automatización y la inteligencia artificial están desplazando los empleos tradicionales, mientras que los costos de educación y atención médica son una carga para las familias estadounidenses. La precariedad económica de la clase media ha alimentado movimientos populistas en varios países del mundo y ha aumentado el escepticismo hacia la globalización y el progreso tecnológico.
En el escenario global, como ya mencionamos, el alineamiento estratégico de Rusia, China e Irán representa un desafío importante para el orden internacional y el liderazgo de las democracias del mundo. Estas naciones han profundizado su cooperación en las esferas militar, económica y tecnológica, forjando un contrapeso a la OTAN y las alianzas occidentales.
Las ambiciones de Rusia de afirmarse como potencia regional dominante, el ascenso de China como líder económico y tecnológico global y la búsqueda de influencia de Irán en Medio Oriente forman los pilares de esta alianza.
Un claro ejemplo de cómo la corrupción e ineptitud de gobiernos democráticos forman el caldo de cultivo para la irrupción de gobiernos autocráticos y líderes mesiánicos se da claramente en Argentina, en donde, tras un año de gobierno, el presidente Javier Milei anuncia el “triunfo del bien” (su triunfo), alternando buenas y malas, y remontándonos a los años del menemismo, cuando se brindaba por el control de la inflación y el dólar barato mientras la pobreza y la marginalidad explotaban poco después.
Así nos encuentra el comienzo del 2025. Este no es un mensaje de escepticismo ni desesperanza, sino más bien una alerta para no perder de vista los valores más sagrados para la mayoría de nosotros: el derecho al trabajo bien remunerado, a la salud y la educación pública de calidad para todos, a la seguridad en nuestros vecindarios, a los derechos constitucionales inalienables, la solidaridad, y como se establece en la Declaración de la Independencia estadounidense, el derecho a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” para todos los ciudadanos de esta nación.
Feliz 2025 para todos nuestros lectores, colaboradores amigos y anunciantes, y gracias por seguir con nosotros. ¤