Los interminables padecimientos de una Argentina kafkiana
En su discurso del 13 de mayo de 1940 ante la Cámara de los Comunes y transmitido por la BBC a todo el mundo, Winston Churchill popularizó internacionalmente la frase:
“… no puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas…” Algo que después se sintetizó en la frase “sangre, sudor y lágrimas”. Pero la historia de esta frase no fue original de Churchill; de hecho, se remonta, por lo que se sabe hasta ahora, a 1815, cuando Lord Byron la incluyó en su poema “La edad del bronce” al escribir: “… Sangre, sudor y lágrimas arrancadas a millones…”
En la Argentina, ya finalizaron las elecciones legislativas de medio término y llegó el momento de gobernar de verdad. De allí que sería interesante que el presidente Alberto Fernández se dirigiera al pueblo de la nación para prometer, fuera de toda duda, que a los argentinos de a pie solo les espera sangre, sudor y lágrimas…
El diagnóstico es indiscutible: de aquí en más, a los argentinos solo le esperan padecimientos. Al menos a corto o mediano plazo, no existe la mínima posibilidad de progreso.
Para empezar, el país le debe a todos sus acreedores la descomunal cifra de 218.862 millones de dólares. Solo al Fondo Monetario Internacional (FMI) le debe 43.092 millones de dólares. Y parte de esa deuda solo se podrá pagar con más “ajustes”, ufemismo que traducido al idioma de los ciudadanos de a pie significa: más empobrecimiento, más hambre, más muertes, más inflación.
Deuda y subdesarrollo
¿Es este un presagio pesimista subjetivo? Los hechos demuestran que no lo es, porque desde hace más de cuatro décadas el país retrocede en todos los índices que realmente importan. Hay más pobreza que en los 80, más desnutrición, más desocupados, más muertes debido a la inseguridad y/o mala atención médica, más corrupción, y más ignorancia. Y la deuda con los acreedores nacionales e internacionales aumenta sin cesar. Por lo tanto, puede asegurarse que nada ha mejorado.
El país solo exporta bienes primarios, casi sin procesar. No hay desarrollo y el ahorro interno directamente no existe. La industria vernácula se retrotrae permanentemente.
Para colmo, excepto Venezuela, la inflación nacional es la más alta y persistente del mundo. De hecho, en 40 años solo se vivieron unos pocos años sin inflación durante ese engendro artificial de la convertibilidad, cuando un peso, se soñaba, era igual a un dólar, experimento tercermundista que explotó a fines de 2001.
“De aquí en más, a los argentinos solo le esperan padecimientos. Al menos a corto o mediano plazo, no existe la mínima posibilidad de progreso”
Hasta hoy la inflación de este año ya supera el 52% anual, y dado que terminaron las elecciones, todos los precios congelados artificialmente se desatarán en pocos meses. Ya se anunciaron aumentos descomunales en peajes, impuestos, combustibles, servicios esenciales como luz, agua y gas, y la suba del precio de los alimentos que nunca se detiene.
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”, dijo Albert Einstein. Y aquí, en el fin del mundo, los políticos siempre hacen exactamente lo mismo. Es decir, toman medidas que empobrecen al país, pero que los enriquecen a ellos.
Una argentina kafkiana
En las elecciones pasadas, las dos coaliciones más votadas ya estuvieron en el poder, y las dos demostraron su incapacidad absoluta para mejorar la vida de los argentinos. Así que la alternancia es siempre más de lo mismo. Lo realmente inaceptable es que en “el granero del mundo” y en el país de las vacas, cerdos y pollos, haya millones de niños, mujeres y hombres que no tengan dinero para comprar comida. Un ejemplo: la carne vacuna, uno de los alimentos básicos más consumidos por los argentinos, aumentó por encima de la inflación interanual.
Más del 70% de los jóvenes (educados, bien alimentados, de clase media para arriba) afirman que la argentina no les brinda oportunidades para desarrollarse profesionalmente, y piensan emigrar, si pueden. Y no les falta razón. Es muy difícil planificar algo a largo plazo en este país, ya sea en décadas, años, meses o incluso días, porque las reglas de juego cambian permanentemente.
Una muestra kafkiana de ello figura en este cable de la agencia oficial de noticias TELAM del 19 de noviembre: “El Gobierno nacional y la Asociación Supermercados Unidos (ASU) alcanzaron un acuerdo por el cual se congelará el precio de la carne vacuna durante el fin de semana largo, tras los aumentos en el precio de la hacienda de esta semana. Así lo confirmaron fuentes oficiales y de la cámara empresaria, cuyo entendimiento para no incrementar los valores en góndola estará vigente hasta el lunes inclusive”
Es decir que el gobierno firmó un acuerdo para mantener el precio de la carne congelada durante ¡tres días! ¡Desde el sábado 20 al lunes 22 de noviembre!
“Más del 70% de los jóvenes afirman que la argentina no les brinda oportunidades para desarrollarse profesionalmente, y piensan emigrar”
¿Este convenio no amerita convertirse en un capítulo de la mítica serie de ciencia ficción “Dimensión Desconocida”?
En realidad, es para llorar. A mares.¤