Finalmente, tenemos los resultados de las elecciones a cargos legislativos del 14 de noviembre. A nivel nacional, los resultados son similares a los de las primarias. Una victoria de la oposición de Juntos por el Cambio por ocho puntos porcentuales (42.26% contra 33.87% del oficialismo), con ventajas en las provincias con más población. El liberalismo entró tercero con algo más de 7%.
Si bien la brecha nacional es muy parecida a la obtenida en las primarias, en algunas provincias el oficialismo mejoró su performance. El gobierno recuperó la victoria en Tierra del Fuego y el Chaco, por ejemplo. Especial mención merece la Provincia de Buenos Aires, donde se acortó la victoria opositora a solo un punto gracias al esfuerzo que hizo toda la estructura peronista en el Gran Buenos Aires. El muy mal resultado electoral del Frente de Todos en provincias como Santa Fe y Entre Ríos es lo que explica que la diferencia final a nivel nacional sea similar a la de las primarias.
Festejos… por la derrota
¿Por qué el gobierno parecía contento con los resultados? Por las expectativas. El oficialismo vio los resultados de las primarias como un verdadero desastre y temía que, si empeoraban los números, corría peligro la continuidad del gobierno en los próximos dos años. Así es, amigos… Resulta que nadie en Argentina olvida que los acontecimientos de 2001 empezaron con un desastroso resultado para la Alianza en las elecciones legislativas de ese año.
Hoy la situación es distinta. La última derrota electoral del gobierno, aunque bien clara, no es tan catastrófica como la del oficialismo en el 2001 y genera expectativas de que, si los próximos dos años se gobierna mejor, hasta es posible soñar con una victoria peronista en el 2023. La idea ahora es generar una imagen de fortaleza para desalentar cualquier desafío al poder. De ahí que se organizó un importante acto de apoyo en Plaza de Mayo el 17 de noviembre, solo tres días después de las elecciones.
Ahora, ¿qué puede pasar de aquí en más? Dada la precaria situación financiera que tiene el gobierno de la Argentina, el peligro principal siempre fue que un tremendo salto del dólar o de la inflación genere una serie de acontecimientos de difícil pronóstico… otro 2001. El equipo económico, consciente de esto, en los dos últimos años tuvo cierta moderación en el gasto público y se aseguró- utilizando reservas- que el dólar no se disparara de forma incontrolable. Al mismo tiempo evitó anuncios de ajuste que generaran descontento en su base electoral. Con esta estrategia perdieron las elecciones de medio término, pero -tema clave- sin sufrir un descalabro que obligaría a ciertos sectores hasta ahora oficialistas a retirar su apoyo y reclamar por las calles tornando mucho más precaria la gobernabilidad.
Hoy el peligro de una crisis financiera subsiste, con la diferencia de que el gobierno tiene algo menos poder que antes de las elecciones. La economía argentina se está recuperando de la pandemia, pero el modelo económico kirchnerista no parece alentar la inversión privada y eso -ahora queda claro- tiene consecuencias en el nivel de pobreza. Ya no es secreto que no se están creando suficientes fuentes de trabajo en Argentina. Por otro lado, el gobierno siente la presión para que arregle con el Fondo Monetario y se estabilice su situación financiera externa.
¡Bienvenidos a la “segunda parte” del gobierno de Alberto Fernández! ¤