Ni bien habíamos dejado atrás el año más traumático que cualquiera de nosotros haya vivido, la realidad nos demostró que el 2021 no llegaría sin sobresaltos.
Menos de una semana después de levantar las copas y brindar por el fin del fatídico 2020, una turba impulsada por el ex presidente Donald Trump irrumpió con violencia en el Congreso de la Nación, superando sin mayor dificultad la extrañamente mínima guardia de la policía del Congreso, para luego invadir las oficinas de varios legisladores, causando todo tipo de destrozos. Los asaltantes, muchos pertenecientes a grupos de supremacistas blancos, nazis, y la extrema derecha en general, además de gente sin ideología definida más que su ciega devoción a su falso profeta, robaron obras de arte, computadoras, y según fuentes de inteligencia, algunos de sus líderes tenían como objetivo asesinar al vice presidente Mike Pence y a la líder demócrata Nancy Pelosi, además de secuestrar a otros legisladores. La insurrección dejó un saldo de cinco muertos y decenas de heridos. Y la ya muy golpeada imagen internacional de los Estados Unidos por el piso.
Afortunadamente, la mayoría de los legisladores, a excepción de unos cuantos congresistas republicanos, condenó el intento de golpe y de a poco se volvió a la normalidad.
Con el tiempo se irá tomando verdadera dimensión de los desastres causados por la pasada administración. Los números están a la vista. Pero la situación es desesperante y necesita de medidas urgentes. El presidente Joe Biden asume su cargo con la responsabilidad de pacificar a la sociedad, levantar la economía, reinsertar el país en el mundo civilizado, desactivar el terrorismo doméstico que se ha fortalecido bajo el auspicio del poder político en los últimos años, y sobre todo elaborar por fin un plan contra la pandemia del coronavirus que hoy ya ha superado las 400 mil víctimas fatales en el país. Su gestión será valorada a partir de los resultados que logre al respecto en estos campos.
En los próximos números iremos analizando la marcha de las campañas de vacunación, distanciamiento social, el uso de mascarillas faciales, cierre o apertura de negocios, y del resto de las más básicas medidas para acabar con la pandemia. Hemos perdido un año, miles de vidas y millones de puestos de trabajo. Ahora, por fin, tenemos la oportunidad de enfrentar esta crisis con la seriedad que merece. Después de tanta locura, volver a la normalidad parece un valor sagrado. Pero recuperar la normalidad debe ser un primer paso; a partir de allí debemos exigir más, mucho más, de parte de nuestros representantes políticos... y de nosotros mismos.
Más allá de lo macro, lo que todos esperamos es que este año podamos resumir nuestras vidas personales y profesionales. Las cosas no serán como antes de febrero 2020, al menos no en lo inmediato. Pero hoy por hoy, sentarnos en una mesa de café rodeados de amigos, volver a ver esa persona amada que está a 10.053 kilómetros de distancia, concurrir a un recital de música en vivo, o disfrutar de una película en el cine ya suena delicioso. Cosas que antes parecían insignificantes pasarán a valorarse en una nueva dimensión.
Y todo eso, en buena parte, depende de cada uno de nosotros. ¤