Temor global a una epidemia difícil de controlar
El mundo desarrollado está conmocionado debido a la propagación del virus del ébola. En muchos lugares hay temor mientras que en otros directamente pánico. ¿A qué se debe la gran agitación a nivel mundial? ¿Qué es lo realmente novedoso? ¿Por qué razón miles de millones de personas se preocupan recién ahora por esta enfermedad?
La respuesta a estas y otras inquietudes se resume en una sola verdad que desnuda parte de nuestro lado oscuro y egoísta. El ébola es parte de las primeras planas de los diarios y tiene gran difusión en los noticieros de televisión y redes sociales simplemente porque:
Ahora dejo de afectar únicamente a comunidades africanas pobres y marginales.
Ahora es una epidemia de alcance mundial.
Ahora puede infectar y matar a cualquiera de nosotros.
Ahora puede matar a mi familia, a mis seres queridos o a mí.
Los médicos del planeta no están enfrentando una enfermedad nueva. De hecho, se estudiaron casos de ébola desde hace más de tres décadas. Para ser más precisos, treinta y ocho años.
En la página oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) consta textualmente: “El virus se detectó por vez primera en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La aldea en que se produjo el segundo de ellos está situada cerca del río Ébola, que da nombre al virus”.
Esto quiere decir que desde hace 38 años se sabía de la existencia de esa enfermedad y que poseía un índice de mortalidad espeluznante. Según la propia OMS “El virus del Ébola causa en el ser humano la EVE, cuya tasa de letalidad puede llegar al 90%”.
¿Nos merecemos el ébola? Conociendo el virus, sabiendo de su letalidad, disponiendo del tiempo, recursos y conocimientos necesarios para desarrollar vacunas o remedios… nadie hizo nada.
Pero como hasta hace pocos meses esa enfermedad solo afectaba a miles de pobres marginados del África, todo el mundo occidental se hizo el distraído. Se desperdiciaron tres décadas, un tiempo valiosísimo para combatirlo a pesar de que infinidad de especialistas en enfermedades infecciosas vaticinaron nuestro presente desde hace años prediciendo que el virus original mutaría y se esparciría por todo el mundo. Pero nadie los escuchó. Ni los políticos, ni los ministros de salud pública de los países desarrollados y mucho menos los directivos y accionistas de las grandes farmacéuticas internacionales. Recién ahora se están invirtiendo millones de dólares en investigar el virus para encontrar una vacuna o medicamentos que permitan controlarlo.
Ojalá que no sea demasiado tarde.
¿Nos merecemos el ébola?
La pregunta obligada es: ¿Nos merecemos el ébola? Conociendo el virus, sabiendo de su letalidad, disponiendo del tiempo, recursos y conocimientos necesarios para desarrollar vacunas o remedios… nadie hizo nada. Es difícil responder tal pregunta con objetividad.
Los individuos de a pie seguramente argumentarán que ellos no podían haber hecho nada, por no saber ni poder. A los políticos ni vale la pena preguntarles, como tampoco a los dueños de las farmacéuticas que contaban con todos los recursos como para producir antídotos durante los últimos treinta y ocho años.
Nadie recuerda manifestaciones públicas ni marchas solicitando la investigación del virus del ébola en países occidentales a fin de controlar sus efectos letales, a pesar de que todo el mundo sabía de la existencia y mortalidad de esa enfermedad.
Hollywood se inspiró en el virus del ébola para filmar varias películas de gran éxito, entre las que se destaca Outbreak (Epidemia, en los países latinos) con Dustin Hoffman y Rene Russo, de 1995, película que recaudó la friolera de 190 millones de dólares a nivel mundial en cines.
Los astronautas de la Apolo 8 tomaron la fotografía “Earthrise” el 24 de diciembre de 1968. Hace 46 años el mundo se conmovió y emocionó al ver la primera imagen del planeta Tierra visto desde la órbita lunar. Desde ese mismo momento la humanidad tendría que haberse dado cuenta de que vivimos en un planeta finito, limitado y pequeño, que lo que aparece como muy lejano… es acá nomás, a la vuelta de la esquina.
El ébola vino por nosotros. Por suerte estamos a tiempo para que se elabore una vacuna o medicamentos para combatirlo y morigerar su mortalidad, como ya sucedió con el HIV / SIDA, u otras enfermedades mortales. Lo que debemos aprender de esta situación es que a partir de este mismo momento siempre tendremos que estar alertas para que el próximo virus o bacteria que afecte a una población aparentemente lejana y perdida en el medio de la nada, no nos alcance. Para eso debemos ser proactivos y reclamar a las autoridades que todas las enfermedades sean estudiadas y combatidas. Desde el principio. Y donde sea.
La propagación del virus del ébola tendría que hacernos recordar estas sabias palabras del pastor Martin Niemöller:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada. ¤