Vampiros de filosos colmillos, ángeles caídos de negras alas y pálida piel, demonios con ojos desorbitados, brujas con dientes putrefactos, zombies cayéndose a pedazos, asesinos seriales con sus hachas y motosierras aún chorreando sangre... El pasado desfile de Halloween fue de lo más colorido. Munidos de grabadoras, micrófonos y cámaras de fotos, el equipo de El Suplemento salió a la calle para sumarse a los festejos del Día de las Brujas.
Apenas cinco minutos de comenzar a caminar entre la multitud, nos topamos con el gobernador bonarense Daniel Scioli. El actual candidato presidencial por el kirchnerismo, vestido de pequinés, era llevado de una correa por una mujer que se identificó como “la presidenta de todos y todas”, pero que no quiso dar más precisiones. Consultado por El Suplemento, Scioli declaró que desfilaba “para concientizar a la gente de que es necesario hacer cambios de fondo en la política argentina, especialmente en la provincia de Buenos Aires, que es un bolonqui”. Cuando estaba comenzando a hilvanar otra frase, su dueña dio un tironazo de cuerda y ambos desaparecieron entre dos morrudos gladiadores y un grupo de coloridos travestis vestidos de pollitos.
Dos cuadras más adelante divisamos a un espléndido camaleón, cuyo disfraz cambiaba de colores “según la estación”. Grata sorpresa resultó confirmar que quien se encontraba dentro era nuestro conocido Sergio Massa, diputado y candidato presidencial por el Frente Renovador. “El disfraz de camaleón es mi manera de criticar a los políticos argentinos que un día están con uno y el siguiente con otro, como Scioli, que primero era liberal y estaba con Menem, después con Kirchner... y mañana quien sabe, ¿viste?”. Justo cuando comenzábamos a preguntarle sobre el inicio de su carrera política en la UCD, y luego sobre su labor como subsecretario en el Ministerio del Interior menemista, para después llegar a ser jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, el hábil “massita” cambió de color repentinamente, despistándonos por completo y perdiéndose entre dos hombres disfrazados de narcos mexicanos, con ametralladoras y todo.
Ya casi al final de nuestro recorrido, mientras guardábamos los equipos y nos ubicábamos en la mesa de un bar callejero para tomar unas refrescantes cervezas, nos topamos con unos cuantos personajes más. Primero pasó un morrudo angelito de plumosas alas blancas y halo dorado. No lo hubiésemos reconocido si no fuera porque él mismo, a paso dubitativo y visiblemente despistado, se acercó para preguntarnos “¿Cuándo empieza el desfile de jalogüín?” El angelito despistado, que no cuadraba en ningún lado, no era otro que el líder de la CGT, Hugo Moyano.
Un minuto después cruzó la calle el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri vestido de cartonero, aunque por debajo de la manga izquierda de su descocido saco asomaba un brillante Rolex con incrustaciones de diamantes. “Esto es organización, no como en la ciudad de Buenos Aires, que tenemos un piquete en cada esquina, hay montañas de basura por todos lados y nadie hace nada...”, nos dijo.
Detrás se asomó una momia de mirada inexpresiva que se identificó como Máximo, y eso fue todo lo que dijo. Y después apareció uno manejando una Harley Davidson con una remera de Alfred E. Neuman y la leyenda “What, me worry?” “Si me ve Cristina me mata”, nos gritó el vicepresidente exhibiendo una sonrisa picarona antes de estrellarse contra un árbol en la esquina.
Ya aburridos, regresamos a la oficina para cerrar a las apuradas este número de la revista, mientras el director de la misma se reclinaba en su sillón de cuerina con las manos entrelazadas detrás de la cabeza y los pies reposando sobre su escritorio, una y otra vez repitiendo como adormecido la frase: “What, me worry?” ¤