Qué difícil nos resulta a aquellos que vivimos en este país darle la dimensión que corresponde al siempre presente tema del delito en la Argentina. Antes que nada, porque hay más de una variante a considerar. Por ejemplo, habría que puntualizar que la famosa “inseguridad” que tanto aqueja a nuestros compatriotas muestra índices preocupantes en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, además de los más grandes centros urbanos del Interior, como Rosario y ciudad de Córdoba. Aunque sea difícil comparar, se podría decir que en la Ciudad de San Luis se vive tan tranquilamente como en la Simi Valley californiana, y que Mina Clavero es más segura que nuestra Pico Rivera, salvando las distancias.
Por otra parte, también hay que destacar que Argentina registra una de las tasas de homicidios más bajas de Latinoamérica: mientras que el promedio a nivel continental es de 25 asesinatos por 100 mil habitantes, en nuestro país es de apenas 5,8.
Aclarado esto, es obvio que los altos índices delictivos que se viven en las grandes ciudades argentinas ya no se pueden ocultar. Tan es así que ahora ni el mismo Gobierno, que en los últimos años ha venido relativizando el tema calificándolo de “sensación de inseguridad” fomentada por la prensa opositora, acaba de admitirlo a través de la publicación por demás tardía, de los informes de criminalidad del 2008.
Un poco a tono con lo que mencionábamos arriba, el aumento del delito en todo el país fue del 7% con respecto a la medición anterior, pero en la provincia de Buenos Aires se eleva a un escalofriante 25% más. Las cifras reflejan un leve aumento en Capital, aunque no hay que olvidar que es particularmente en los últimos dos años cuando la situación de inseguridad se intensificó en los barrios porteños. Habrá que esperar a la próxima medición para conocer las cifras, mismas que seguramente reflejarán esta tendencia.
Lo curioso es que luego de meses y meses de promocionar la baja del delito en el país sin proporcionar números ni ningún tipo de medición, algunos casos impactantes, como el de las “salideras bancarias” con víctimas fatales, obligaron al Ministerio de Justicia a presentar las cifras oficiales que no se daban a conocer desde el 2007.
Los números nos sirven a nosotros; nuestros amigos y familiares que viven la inseguridad todos los días no los necesitan, porque lo sufren en carne propia. El delito viene en aumento desde la crisis del 2001, de la mano del narcotráfico, la desigualdad social, la falta de oportunidades, la desintegración social y la corrupción. Es duro para el Gobierno admitirlo, sobre todo teniendo en cuenta que las próximas elecciones están a la vuelta de la esquina. Pero peor será seguir metiendo la cabeza en un agujero y simular que la inseguridad es tan solo una “sensación”.©